La verdadera religión está en la fe católica
VI. 10. Esta, pues, Iglesia católica, sólida y extensamente esparcida por toda la redondez de la tierra, se sirve de todos los descarriados para su provecho y para la enmienda de ellos, cuando se avienen a dejar sus errores. Pues se aprovecha de los gentiles para materia de su transformación, de los herejes para la prueba de su doctrina, de los cismáticos para documento de su firmeza, de los judíos para realce de su hermosura. A unos, pues, invita, a otros elimina; a éstos desampara, a aquellos se adelanta; sin embargo, a todos da facultad para recibir la gracia divina, ora hayan de ser formados todavía, ora reformados, ora reunidos, ora admitidos. Y a sus hijos carnales, quiero decir, a los que viven y sienten carnalmente, los tolera como bálago, con que se protege mejor el grano de la era hasta que se vea limpio de su envoltura. Mas, como en dicha era cada cual es voluntariamente paja o grano, se sufre el pecado o el error de uno hasta que se levante algún acusador o defienda su opinión con pertinaz osadía. Y los que son excomulgados, o se arrepienten y vuelven, o se deslizan en la maldad, abusando de su albedrío, para aviso de nuestra diligencia, o fomentan discordias para ejercitar nuestra paciencia, o divulgan alguna herejía para prueba y estímulo de nuestra formación intelectual. He aquí los paraderos de los cristianos carnales, que no pudieron ser corregidos ni sufridos.
11. Muchas veces permite también la divina Providencia que hombres justos sean desterrados de la Iglesia católica por causa de alguna sedición muy turbulenta de los carnales. Y si sobrellevaren con paciencia tal injusticia o contumelia, mirando por la paz eclesiástica, sin introducir novedades cismáticas ni heréticas, enseñarán a los demás con qué verdadero afecto y sincera caridad debe servirse a Dios. El anhelo de tales hombres es el regreso, pasada la tempestad, o, si no les consiente volver, porque no ha cesado el temporal o hay amago de que se enfurezca más con su retorno, se mantienen en la firme voluntad de mirar por el bien de los mismos agitadores, a cuya sedición y turbulencia cedieron, defendiendo hasta morir, sin originar escisiones, y ayudando con su testimonio a mantener aquella fe que saben se predica en la Iglesia católica. A éstos corona secretamente el Padre, que ve lo interior oculto. Rara parece esta clase de hombres, pero ejemplos no faltan, y aun son más de lo que puede creerse. Así, la divina Providencia se vale de todo género de hombres y de ejemplos para la salud de las almas y la formación del pueblo espiritual.
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