24 de Agosto
Ramillete espiritual: «¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?» Mt. 26, 40
Hoy parece está fuera de duda que es un solo personaje el Natanael de San Juan y el Bartolomé de los Sinópticos. La encantadora escena nos la cuenta así el cuarto Evangelista: "Al otro día, queriendo Jesús salir de Galilea encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la Ley y en los Profetas, a Jesús, hijo de José de Nazareth". Díjole Natanael: "¿De Nazareth puede salir algo bueno?". Díjole Felipe: "Ven y verás". Vio Jesús a Natanael que venía hacia él, y dijo de él: "He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño". Díjole Natanael: "¿De dónde me conoces?". Díjole Jesús: "Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi". Natanael le contestó: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Contestóle Jesús y dijo: "¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores has de ver". Y añadió: "En verdad, en verdad te digo, que veréis abrirse el cielo y los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre" (Jn 1, 43-51).
La buena y sincera amistad se conoce por la alegría que se siente cuando el amigo recibe gracia o favor. En seguida se le comunica a los seres queridos. La amistad que reinaba entre Felipe y Natanael era muy grande. Por ello en cuanto Felipe ha descubierto quién es el Maestro, va corriendo a hacer partícipe de esta dicha a su buen amigo Natanael. En los dos amigos se conocen los dos estados del alma: El creyente y el incrédulo. Felipe ha visto, se ha convencido, y cree. Natanael no se deja embaucar tan fácilmente. Es duro de convencerse. Él sospecha que sean fervorines mal digeridos de su amigo Felipe y por eso se pone en guardia. Antes de creer, debe ver. Y así hizo: Vio, se convenció de cuanto le decía su amigo, y también él creyó. Y no sólo creyó sino que se convirtió en celoso apóstol de éste en quien acaba de creer y por él llegará a derramar su sangre del modo más cruel.
Bartolomé es un patronímico de Tholomai "hijo de". Proviene del arameo mediante el griego. Ya aparece en el Antiguo Testamento. Aparte de lo que hemos contado de Natanael y que ahora todos identifican con Bartolomé, nada conocemos de él más que su nombre que traen los tres Sinópticos.
Natanael quiere decir "don o regalo de Dios" y verdaderamente lo fue este santo Apóstol.
Como Natanael es elegido al principio del apostolado del Maestro, toda la historia y doctrina de Jesús la vive desde el principio hasta la Cruz y aun más allá. Bartolomé lleva la misma vida que el Maestro: "Las zorras tienen sus madrigueras y los pájaros sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza". Bartolomé sería mal visto y hasta calumniado por sus mismos correlegionarios por seguir al Nazareno. Pero a él eso le tenía sin cuidado. Lo que le interesaba, una vez descubierto aquel tesoro, era no perderlo por nada del mundo.
También en la Pasión fue cobarde. Después se arrepintió, y, venido Pentecostés... marchó, lleno del Espíritu Santo, a predicar el Mensaje de Jesús por todo el mundo. ¿Dónde? - Quizá Frigia, Persia, Etiopía, Siria, Arabia... La tradición lo ha pintado siempre como despellejado vivo por amor a su Maestro. Así lo pintó Miguel Angel en su Juicio Final de la Capilla Sixtina y así está, en grandiosa estatua, en la Basílica de San Juan de Letrán.
San Bartolomé puede ser patrón y modelo de los que dudan -hoy son tantos por desgracia- pero que después se convierten y viven la fe con generosa entrega.
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