Con cierta frecuencia hay noticias acerca de personas, especialmente jóvenes y niños, que han quedado transtornadas o asustadas por prácticas de adivinación, magia negra o espiritismo. Es importante saber qué dice la Biblia acerca de estas prácticas y creencias y por qué se ha de rechazarlas decididamente.
El cristiano tiene dos razones muy importantes para no recurrir a los hechiceros o "sacasuertes":
1) Por nuestra confianza total en el Dios único que nos ama y que tiene "todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt. 28, 18), de manera que, si estamos con Jesucristo, no tememos ninguna fuerza maléfica ni intentaremos usarla. Jesús dijo: "Adorarás al Señor tu Dios, y a El solo servirás" (Mt. 4,10).
2) Dios creó al ser humano a su propia imagen y semejanza (Gen. 2, 1-27), y le dio el encargo de cuidar y administrar lo creado según la voluntad divina (Gen. 2, 15). Cada persona ha de utilizar su inteligencia y otros dones que Dios le ha otorgado para ganar el pan de cada día honradamente y trabajar por el bien común. Nadie tiene que depender de adivinaciones, brujerías, astros, sortilegios, macumba, magia, ouija, médium, ocultismo, horóscopos, hechicería, evocación de muertos, o simplemente de la "suerte".
Ya en el antiguo Testamento la Palabra inspirada nos muestra el rechazo de Dios hacia las adivinaciones y profecías falsas: "Que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos ni hechiceros; que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos. Porque Yavé aborrece a los que se dedican a todo esto..." (Dt. 18, 10-12) "No se dejen engañar por los profetas, ni por los adivinos que hay entre ustedes, ni crean en sus sueños, fruto de su imaginación. Porque sin que yo los haya mandado se aprovechan de mi nombre para profetizar mentiras, dice Yavé". (Jer. 29,8-9). La Biblia relaciona la hechicería estrechamente con la idolatría, la cual es incompatible con el culto al Dios único y verdadero.
Con respecto a los sueños, se reconoce que en algunas ocasiones Dios se ha comunicado con personas por este medio, pero la Sagrada Escritura contiene una advertencia: "los sueños dan alas a Ios insensatos. Creer en los sueños es querer agarrar una sombra o perseguir el viento. Lo que uno ve en sueños es solo una imagen, como un rostro reflejado en un espejo... Adivinaciones, pronósticos y sueños son cosas sin valor, fantasías como la mujer encinta. Si no vienen de parte del Altísimo, no les prestes la menor atención. Porque muchos se dejaron engañar por los sueños, y por creer en ellos se arruinaron". (Eclesiástico o Sirácides 34,1-7).
En el Nuevo Testamento se ve que las prácticas mágicas son condenadas como obstáculos a la fe cristiana. Se destaca el caso del mago Simón en los Hechos de los Apóstoles, a quien San Pedro reprendió severamente (Hch. 8,9. 18-24). En esta ocasión San Pablo condenó enérgicamente al mago y falso profeta Barjesús que impedía el anuncio en Chipre (Hch. 13,6-12). En el capítulo 19 de los Hechos, leemos también: "Muchos de los que habían aceptado la fe venían a confesar y exponer todo lo que antes habían hecho. No pocos de los que habían practicado la magia hicieron un montón con sus libros y los quemaron delante de todos. Calculando el precio de los libros, se estimó en unas cincuenta mil monedas de plata. De esta forma la Palabra de Dios manifestaba su poder, se extendía y se robustecía". ( Hechos 19, 19-20).
San Pablo en su carta a los Gálatas, incluye "la brujería" entre los pecados graves que impiden entrar en el Reino de Dios (Gálatas 5,20). En el libro del Apocalipsis, se anuncia que los hechiceros junto con los "pervertidos, fornicarios, asesinos, idólatras y engañadores", no tendrán entrada a la Ciudad celestial. (Ap. 22,15)
Lo importante es confiar en Dios, en su amor paternal y su poder infinito, en su Palabra y no en fuerzas ocultas o supersticiones. "No se angustien ustedes...crean en mí", dijo Jesús. (Juan 14,1)
"Yo, señor confío en ti; yo te he dicho: ¡Tú eres mi Dios! Mi vida está en tus manos". (Salmo 31,14)
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