Novedad absoluta en la Iglesia de rito latino, que abarca a más del 90% de los fieles católicos en el mundo y mantiene la obligación del celibato sacerdotal: por primera vez, un miembro de una Conferencia Episcopal será casado y padre de cuatro hijos . Se trata de un ex obispo anglicano, John Broadhurst, quien encabeza un nuevo cisma de los tradicionalistas de la Iglesia de Inglaterra con otros cuatro obispos, acogidos con los brazos abiertos por el Vaticano.
“Mi esposa Judy y tres de mis cuatro hijos, ya adultos, también se han convertido al catolicismo”, dijo el obispo de Fullham de 59 años. Monseñor Broadhurst es uno de los episcopales “volantes” que en la Iglesia anglicana se ocupaba de las 1.700 parroquias (en total son unas 13 mil en Inglaterra y Gales), cuyos fieles y curas se oponían desde los años ’90 a la ordenación de mujeres sacerdotes.
Monseñor Fullham dijo a la BBC que cree que “cientos, quizás miles” de curas y fieles anglicanos seguirán a los obispos en el cisma de vuelta al catolicismo.
Ya unos 500 curas conservadores, muchos con señoras e hijos, habían “regresado” a la Iglesia de Roma a partir de los años ’90. El Vaticano niega que se trate de un cisma, lo considera una vuelta después de que en 1534 se concretó la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con el Papa que se había negado a anular el matrimonio de Enrique IV con la española Catalina de Aragón. Enrique necesitaba la anulación para casarse con la joven y bella Ana Bolena. Al final el rey inglés rompió con Roma, se proclamó jefe de la iglesia autocéfala anglicana y más tarde mandó decapitar a Ana Bolena para contraer un nuevo matrimonio. La gran reina Isabel I era hija de Enrique VIII y Ana Bolena.
En el mundo hay 80 millones de anglicanos y el tema de las ordenaciones de mujeres sacerdotes fue un tema muy controvertido con los tradionalistas. Pero las disputas se agravaron cuando se sumó la consagración como obispos de las mujeres-curas y hasta de declarados homosexuales.
Los tradicionalistas dijeron basta y el primado anglicano, el arzobispo de Canterbury, Rowin Williams, reconoció que “mantenernos juntos es desesperadamente difícil”. Hace un año el Papa, que en setiembre hizo una exitosa visita a Inglaterra y Escocia, lanzó una Constitución Apostólica, que creó un ordinariato personal para los curas y fieles que desean ser acogidos en el catolicismo pero manteniendo su específica confesionalidad dentro de la Iglesia de Roma.
Los obispos que se incorporan a los ordinariatos creados por el Papa en varios países (Inglaterra, Gales, Estados Unidos, Australia, algunas naciones africanas de lengua inglesa), pierden la condición episcopal al ser ordenados como simples sacerdotes. Pero uno de ellos, de acuerdo a la Constitución Apostólica de hace un año, puede ser nombrado ordinario de lo que jurídicamente equivale a una diócesis. El cargo lo llevará a ser miembro de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales. Y el obispo John Broadhurst es el candidato puesto para el cargo de ordinario.
“Mi esposa Judy y tres de mis cuatro hijos, ya adultos, también se han convertido al catolicismo”, dijo el obispo de Fullham de 59 años. Monseñor Broadhurst es uno de los episcopales “volantes” que en la Iglesia anglicana se ocupaba de las 1.700 parroquias (en total son unas 13 mil en Inglaterra y Gales), cuyos fieles y curas se oponían desde los años ’90 a la ordenación de mujeres sacerdotes.
Monseñor Fullham dijo a la BBC que cree que “cientos, quizás miles” de curas y fieles anglicanos seguirán a los obispos en el cisma de vuelta al catolicismo.
Ya unos 500 curas conservadores, muchos con señoras e hijos, habían “regresado” a la Iglesia de Roma a partir de los años ’90. El Vaticano niega que se trate de un cisma, lo considera una vuelta después de que en 1534 se concretó la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con el Papa que se había negado a anular el matrimonio de Enrique IV con la española Catalina de Aragón. Enrique necesitaba la anulación para casarse con la joven y bella Ana Bolena. Al final el rey inglés rompió con Roma, se proclamó jefe de la iglesia autocéfala anglicana y más tarde mandó decapitar a Ana Bolena para contraer un nuevo matrimonio. La gran reina Isabel I era hija de Enrique VIII y Ana Bolena.
En el mundo hay 80 millones de anglicanos y el tema de las ordenaciones de mujeres sacerdotes fue un tema muy controvertido con los tradionalistas. Pero las disputas se agravaron cuando se sumó la consagración como obispos de las mujeres-curas y hasta de declarados homosexuales.
Los tradicionalistas dijeron basta y el primado anglicano, el arzobispo de Canterbury, Rowin Williams, reconoció que “mantenernos juntos es desesperadamente difícil”. Hace un año el Papa, que en setiembre hizo una exitosa visita a Inglaterra y Escocia, lanzó una Constitución Apostólica, que creó un ordinariato personal para los curas y fieles que desean ser acogidos en el catolicismo pero manteniendo su específica confesionalidad dentro de la Iglesia de Roma.
Los obispos que se incorporan a los ordinariatos creados por el Papa en varios países (Inglaterra, Gales, Estados Unidos, Australia, algunas naciones africanas de lengua inglesa), pierden la condición episcopal al ser ordenados como simples sacerdotes. Pero uno de ellos, de acuerdo a la Constitución Apostólica de hace un año, puede ser nombrado ordinario de lo que jurídicamente equivale a una diócesis. El cargo lo llevará a ser miembro de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales. Y el obispo John Broadhurst es el candidato puesto para el cargo de ordinario.
Es difícil seguir de modo exacto la evolución de la idea del sacerdocio y de sus consecuencias. Haría falta, tal vez, remontarse 30 años y recordar la infiltración en los seminarios de ideas subversivas en torno a la función del sacerdote y a sus relaciones con el mundo. Pero nos limitaremos a los 10 últimos años, los del Concilio y después de él.
Como en todos los cambios ocurridos durante este período, se apoyaron en la evolución del mundo para hacerle creer al sacerdote que también el tenía que cambiar su modo de ser. Era facil crearle un complejo de aislamiento, de frustración y de ser extraño a la sociedad. Se le decía que tenía que volver a unirse al mundo y abrirse a él. Se acusaba a su formación y la forma anticuada de vestir y vivir.
El lema que ayudó a asimilar al sacerdote al mundo fue facil: "El sacerdote es un hombre comó los demás". Dado esto por sentado, tenía que vestir como los demás, ejercer como ellos una profesión, tener la libertad de poderse casar. Los seminaristas no tenían más que adaptarse a este nuevo "tipo de sacerdote".
Por desgracia, este lenguaje no estaba sólo en labios de los enemigos tradicionales de la Iglesia, sino en labios de sacerdotes y obispos.
Las consecuencias no se han hecho esperar: el abandono de todo distintivo eclesiástico, la búsqueda de una profesión, la transformación del culto para halagar el gusto del mundo; y al cabo de pocos años, la perdida de la fe, desembocando en la abjuración de miles de sacerdotes.
Éste es sin duda el signo más doloroso de esta reforma: la pérdida de la fe en el sacerdote. Porque éste es, esencialmente, el hombre de fe. Si ya no sabe lo que es, pierde la fe en si mismo y en lo que es su sacerdocio. Se ha modificado radicalmente la definición del sacerdocio dada por San Pablo y por el Concilio de Trento. El sacerdote ya no es el que sube al altar y ofrece un sacrificio de alabanza a Dios por la remisión de los pecados. Se han invertido el orden de los fines. El sacerdocio tiene un fin primario, que es ofrecer el sacrificio; y un fin secundario, que es la evangelización. Ahora la evangelización se impone al sacrificio y a los sacramentos. Se convierte en un fin en sí mismo. Este grave error tiene trágicas consecuencias. En efecto, la evangelización, al perder su fin, queda enteramente desorientada y busca motivos que agraden al mundo, como la falsa justicia social o la falsa libertad, que adquieren nombres nuevos: desarrollo, progreso y construcción del mundo. Estamos plenamente dentro del lenguaje que lleva a todas las revoluciones. El sacerdote descubre en sí un papel primordial en la revolución mundial contra las estructuras políticas, sociales, eclesiásticas, familiares y parroquiales. No tiene que quedar nada de ellas. El comunismo no encontró nunca agentes mas eficaces que esos sacerdotes. Los sacerdotes han perdido la fe; constatación dolorosa si la hay, en quien es el hombre de la fe.
Dentro de esta óptica nueva del sacerdote, todo se deduce lógicamente: el abandono de la sotana, el deseo de ejercer una profesión y la posibilidad del matrimonio.
El mundo necesita al sacerdote. El mundo no puede seguir existiendo sin sacerdote sy el sacerdote tiene que manifestarse. No tiene derecho a ocultar su "carácter". Es sacerdote desde la mañana hasta la noche; es sacerdote las 24 horas del día. En cualquier momento le pueden llamar para confesar, dar la extremaunción o aconsejar a algún alma que se va a perder. El sacerdote tiene que estar ahí. Por consiguiente, profanarse y no tenre fe en su carácter sacerdotal, es el final del sacerdote y del sacerdocio. A eso estamos llegando. No hay que extrañarse de que los seminarios estén vacíos. ¿Por qué guarda el celibato el sacerdote? Aquí hay que apelar otra vez a la fe. Si se pierde la fe en el sacerdocio único que es el del altar y que es la continuación del Sacrificio de Nuestro Señor, se pierde al mismo tiempo el sentido del celibato. Y no hay razón para que el sacerdote sea soltero. Se dice que "el sacerdote está ocupado y que su papel le absorbe de tal forma, que no puede ocuparse de un hogar". Pero ese argumento no tiene sentido. El médico, si tiene verdaderamente vocación de médico y es un verdadero médico, está tan ocupado como el sacerdote. Ya le llamen de noche como de día, tiene que estar presente para atender a los que pidan que vaya a ayudarles y, por consiguiente, tampoco él debería casarse, porque no puede tener tiempo para ocuparse de su mujer y de sus hijos. Así pues, no tiene sentido el decir que el sacerdote está tan ocupado que no podría hacerse cargo de un hogar. La razón profunda del celibato sacerdotal consagrado es la misma razón que hizo que la Santísima Virgen María haya seguido siendo Virgen: el haber llevado a Nuestro Señor en su seno; por eso era justo y conveniente que fuese y permaneciese virgen. De la misma manera, el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la consagración también él hace venir a Dios sobre la tierra. Está en tal proximidad con Dios -ser espiritual y espíritu ante todo que es bueno, justo y eminentemente conveniente que el sacerdote sea virgen y permanezca soltero. Esta es la razón fundamental: el sacerdote ha recibido el "carácter" que le permite pronunciar las palabras de la consagración y hacer bajar a Nuestro Señor a la tierra para dárselo a los demás. Esta es la razón de su virginidad. Pero entonces -me diréis- ¿por qué hay sacerdotes casados en oriente? Es una tolerancia. No os dejéis engañar, es sólo una tolerancia. Preguntad a los sacerdotes orientales: un obispo no puede estar casado. Ninguno de los que tienen funciones de alguna importancia en el clero oriental puede estar casado. Es, pues, "una simple tolerancia"; y no el concepto que tiene el mismo clero oriental, porque también él venera el celibato del sacerdote. En todo caso, es absolutamente cierto que, desde el momento de Pentecostés, incluso si vivieron con sus esposas, los apóstoles dejaron de "conocerlas". Porque, si no ¿ a quién se dirigiría Nuestro Señor cuando dijo: "Si queréis ser mis discípulos, abandonadlo todo y dejad a vuestras esposas?. (3)
Monseñor Marcel Lefebvre
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