Cartas del diablo a su sobrino es el título en español de The Screwtape Letters (que si se tradujera literalmente del inglés, sería algo así como "Las Cartas de Escrutopo"). La obra está conformada por las epístolas que el demonio Escrutopo envía a su sobrino, el inexperto demonio Orugario. Orugario apenas si acaba de completar su adiestramiento en la escuela de demonios, y acaba de ser asignado como tentador de un joven inglés que reside en Londres durante la Primera Guerra Mundial. A lo largo del libro nunca conocemos las cartas que Orugario envía a Escrutopo ni llegamos a conocer el nombre del "paciente" (así llama Orugario al joven inglés). Lo único a lo cual tenemos acceso es a los comentarios de Escrutopo acerca de lo bien o mal que Orugario está cumpliendo con su labor. Escrutopo sugiere todo el tiempo a Orugario, diversas estrategias para inducir al pecado al paciente y enfrentar a El Enemigo (Dios) en la lucha por el alma del humano. Así, vamos asistiendo al desarrollo de una vida humana pero desde la perspectiva demoníaca. A través de los ojos del demonio observamos cómo el paciente se convierte al cristianismo, cómo se intenta sacarlo de esa religión, cuáles son sus relaciones con su novia, su madre y sus amigos, qué temores expresa ante la Primera Guerra Mundial. El relato concluye cuando los alemanes empiezan a bombardear Londres y ...¡Bueno, no más!
Para el caso que nos ocupa, es decir la imagen del demonio que nos entrega el libro, es importante considerar que Lewis se ubica en clara contraposición con la imagen demoníaca que el arte y los medios de comunicación han ofrecido a partir del Fausto de Goethe (en los últimos siglos Satanás ha dejado de verse como un ángel resueltamente malvado y criminal, y más bien se lo ve como un caballero civilizado, sensato, con un agudo sentido del humor y a veces -como sucede en los dibujos animados- como una figura decididamente caricaturesca y risible). Lewis considera que los diablos son figuras para tomar en serio. Cedámosle la palabra:
"La pregunta adecuada sería si creo en los diablos. Sí, creo. Es decir, creo en los ángeles, y creo que algunos de ellos, abusando de su libre albedrío, se han enemistado con Dios y, en consecuencia, con nosotros. A estos ángeles podemos llamarles "diablos". No son de naturaleza diferente que los ángeles buenos, pero su naturaleza es depravada"(p.11) 1
Luego, hablando sobre la existencia de los demonios, Lewis agrega que es muy difícil conseguir pruebas en contra de ella (lo cierto es que la ciencia no puede pronunciarse ni a favor ni en contra de un evento que cae por fuera de su radio de acción). Dice Lewis que la existencia del demonio "explica muchas cosas" (p.11) y que
"Concuerda con el sentido llano de las Escrituras, con la tradición de la Cristiandad y con las creencias de la mayor parte de los hombres de casi todas las épocas. Y no es incompatible con nada que las ciencias hayan demostrado" (p. 11).
¿Y cómo es el diablo según Lewis?
A efectos de nuestra descripción demoníaca listaremos algunas de las características que Lewis señala en su texto para este personaje:
1) El diablo carece de esa cualidad que el arte moderno le ha concedido a borbotones: Sentido del humor. Satán es como todos los individuos soberbios y vanidosos que alguna vez hayamos conocido en nuestras vidas: Extremadamente grave, todo el tiempo tomándose demasiado en serio a sí mismo, viviendo perpetuamente pendiente de su propia dignidad, y autoconcentrado en su propia imagen. Decía Herman Hesse que "el verdadero humor empieza cuando ya no se toma en serio la propia persona", y ese es precisamente el principal problema del diablo. Como todo ser orgulloso, el diablo se piensa distinto de quienes le rodean, supone que él es una suerte de mesías portador de la verdad mientras que los demás seres angélicos o humanos se encuentran equivocados. Dada su posesión de la verdad, cree él que puede juzgar a los otros y en últimas condenar a quienes no piensen y actúen como él. Así, cae en el fundamentalismo con su peculiar idea de que "yo me salvo y ustedes se condenan". En contraste, quien posee sentido del humor sabe que él es tan risible como los demás y hace rato ha dejado de tomarse a sí mismo tan en serio; por reconocerse semejante a los otros sabe que demanda tanta misericordia y paciencia como la que él muestra frente a los demás, y por ello sus juicios están mediados por la caridad. El diablo -¡oh paradoja!- es un puritano que se ha apartado de Dios (como tanto integrista musulmán, judío, católico o protestante, como tanto leguleyo que pone al hombre al servicio de las leyes y no a las leyes al servicio del hombre, como tanto "integrista" del dinero, del poder o del placer ). El diablo es alguien para quien Dios no es lo suficientemente serio, alguien que extiende la seriedad incluso más allá de donde debe, es un arco continuamente tensionado que nunca se dispara, es alguien que -y como humanos nos cuesta trabajo entenderlo pero podemos imaginarlo - nunca ríe.
2) La acción básica del demonio consiste en mantenernos apartados de la realidad mediante el pretexto de "lo real". Si Dios existe, es una consecuencia lógica que consiste en la máxima realidad, El es la mayor concentración imaginable de realidad. Todo aquello que no sea Dios (un ángel, un hombre o un animal) puede ser real, pero en tanto depende de Dios es forzosamente derivado y por ende menos real (de allí que alguna vez el poeta Amado Nervo haya escrito que "el problema no es que nosotros creamos en Dios sino que Dios crea en nosotros", de allí que escritores como John Barth hayan postulado que quizá cuando Dios creó el universo, creó también a los humanos y ni se ha dado cuenta). Lo esencial es recordar que el orden sobrenatural (el de Dios)es más real por que no depende de otro orden, en cambio el orden natural (el de este universo) es menos real por que depende del sobrenatural. Según Lewis, el diablo lo ha dispuesto todo para que los hombres muy pocas veces durante la vida hagamos este descubrimiento, y en cambio ha difundido la idea de que lo real es este universo, es decir, sólo lo que se siente. Cuando un hombre cualquiera empieza a dudar de lo que siente y a pensar que puede haber algo que lo trascienda, de inmediato el demonio se las arregla para que "adopte el punto de vista de un hombre realista" (lo que en otras palabras significa que piense únicamente en "mi propia imagen", "mi casa", "mi auto", "mi profesión", el fútbol, la tv, el sexo, el dinero, el poder, etc). De este modo, mediante el pretexto de que "hay que ser realista", el demonio aleja al hombre de la realidad (al diablo le interesa que el hombre sienta mucho pero no que razone mucho).
3) Para el diablo, el hombre constituye una ofensa. A lo largo del texto son constantes las expresiones despectivas del diablo hacia el hombre, no entiende como Dios puede concederle tanta atención a un sujeto impuro ("esta cosa de tierra y barro", como lo llama en la p.146) y en cambio él, un espíritu puro sin contaminación de elementos materiales o animales, tenga que verse aislado de Dios. El demonio -como todo buen fundamentalista- se reputa "inmaculado" y de allí que la atención de Dios hacia una criatura que juzga manifiestamente inferior a él, resulte dolorosa. Es denigrante que si "esta cosa engendrada en una cama" (como llama al hombre en la p. 146) se aparta del pecado, pueda mirar de frente a Dios, mientras que él ni siquiera pueda levantar la mirada cuando tiene a Dios enfrente suyo (el demonio siente a Dios como "fuego cegador y sofocante"- p. 146-, como "esa horrible luminosidad" -p. 39-).
4) Y este es otro punto que se sigue como corolario del anterior. El demonio experimenta a Dios como "esa horrible luminosidad, ese brillo abrasador e hiriente que constituye el fondo de sufrimiento permanente de nuestras vidas" (p. 39). El demonio percibe a Dios como monstruo, Su luz le duele, no puede mirar de frente a Dios sencillamente por que la suma belleza -si es tal- resulta insoportable a la vista (si nosotros los humanos podemos "ver" algo de este universo es por que este universo es "feo", si el universo fuera tan "bello" como ingenuamente supone cierta publicidad y cierta "New Age", simplemente sería invisible a nuestros ojos).
5) El diablo puede ver la miseria espiritual de los demás pero curiosamente es ciego a su propia miseria. Al diablo no se le oculta la degradación humana, sin problemas puede ver la vanidad, el orgullo o la avaricia que tanto empeño ponemos en ocultar a los demás, pero -como se cree puro- es incapaz de ver su propia vanidad y orgullo. Si el universo es un leprosario donde todos somos leprosos debido al pecado, el diablo es un leproso que puede ver la lepra de los otros, pero no su propia lepra.
6) El diablo está muerto de hambre. De todos los aspectos que Lewis señala como característicos del demonio, este es el que más se nombra en los manuales de demonología cuando se menciona al irlandés. ¿Qué quiere decir que el demonio actúa motivado de manera especial por el hambre? Quien sufre de soberbia es alguien que rinde un culto desmedido a su yo, alguien que se ama a sí mismo por encima de todos lo seres y cosas. El soberbio supone que todo aquello que fortalece su yo es bueno, mientras que todo aquello que disminuye su yo es malo. Por tal razón, el soberbio encamina todos sus esfuerzos a agrandar su yo; piensa que entre más grande sea su yo, será más feliz. El amor -por supuesto- es lo opuesto a la soberbia. Cuando yo amo, yo no quiero ser más feliz que los demás sino que los demás sean tan felices como lo soy yo. Cuando yo amo, soy feliz "con" los otros, no "sobre" los otros. El soberbio es alguien que sueña con ser dios, alguien cuya máxima fantasía es la toda la humanidad adorándole, pero allí vemos donde está su error: Postula su propia felicidad asentada en la infelicidad de los demás, postula su exaltación personal basada en la disminución de los demás. Debido a este erróneo razonamiento, el deseo de Satanás es el de devorarlo todo, desea que el prójimo sólo sea un apéndice de él. Satanás desea que los hombres, los ángeles y Dios odien lo que él odie y amen lo que él ame, desea digerir a los demás para que al final "sólo exista yo, y yo, y nada más que yo". Quien ama, no sólo acepta sino se alegra de que el otro sea diferente; Satanás, en cambio, "sueña con la llegada de un día en que todos estén dentro de él, cuando todo aquel que diga "yo" sólo pueda decirlo a través de Satán" (p. 15). Dios quiere que nos reunamos con El libremente pero no para extinguirnos sino para ser más plenamente nosotros mismos, Satán sólo quiere tragarnos para extinguirnos. Ahora, dada esta situación es que Satán sufre de hambre (se entiende que si es un espíritu aquí estamos hablando de "hambre" de manera analógica). En su anhelo de tragarse todo (Dios incluido), a Satán no le basta con los humanos y ángeles que ha logrado devorar, de hecho sufre por que ve que Dios no es devorable y que quienes eligen el camino del bien también se alejan de la categoría de devorables. Satán sufre -sugiere Lewis- por que lo único que puede llenar a un ser -angélico o humano- es Dios, y Satán ha renunciado a propósito a ese manjar. Para poner en términos muy gastronómicos la tragedia del diablo digamos que Satán es alguien que ha sido invitado a un banquete con las viandas más fabulosas y exquisitas que sea dado imaginar, pero con la única condición de que guarde ciertas reglas (por ejemplo no saltarse la fila a la hora de la repartición de los platos). No obstante, por no guardar las reglas ha rechazado el banquete y muerto de hambre ha salido a buscarse algo con qué llenar el estómago. El problema radica en que cambiar el banquete de Dios por cualquier otro plato, es como si, invitados a comer langosta en un restaurante de lujo, preferimos llenarnos el estómago con chicles de tienda de barrio (que eso es un humano o un ángel comparado con Dios) . El demonio es alguien que debido a la soberbia ha resuelto no volver a probar comida de verdad jamás, y el resto de su vida pretende calmar su estómago con miserable goma de mascar. Salta a la vista lo hambriento que debe andar, lo flaco que debe estar quedándose y la ausencia de valor nutricional de su dieta.
7) El diablo no quiere que crean en él. En algún momento, Escrutopo le sugiere a Orugario que de ningún modo puede permitir que el humano al que ataca, sospeche que hay un demonio tentándole. Esto es esencial. La estrategia del diablo consiste en pasar desapercibido y no mostrarse. Escrutopo aconseja a Orugario, que cuando al paciente se le ocurra la posibilidad de lo sobrenatural, sencillamente le susurre al oído que él es un hombre demasiado inteligente como para creer en Dios o el diablo. Lo básico es atizar siempre la soberbia humana: Que el hombre se crea demasiado inteligente o poderoso o fuerte como para poder pensar en alguien distinto a él. Es cierto que con esta estrategia el diablo logra que el hombre olvide a Dios, pero -se me dirá- ¿ acaso eso no es un suicidio? ¿acaso si el hombre olvida a Dios, no olvidará también al diablo? Pues sí. El diablo sabe que ese es el precio que debe pagar. Al conseguir que el hombre olvide a Su Enemigo, de rebote conseguirá que también lo olviden a él, pero él está dispuesto a correr el riesgo. Ahora, de todos modos, el diablo no está dispuesto a ser olvidado permanentemente. Según Lewis, por el momento el diablo juega a ser olvidado, pero como buen vanidoso, a largo plazo espera reaparecer en las así llamadas "fuerzas naturales". Cuando el diablo consiga hombres materialistas y escépticos que no crean en Dios pero que adoren "fuerzas naturales"como los instintos o el poder o el placer, habrá obtenido "brujos materialistas". Obtenidos los "brujos materialistas", el diablo supone que estará a un paso de derrotar a Dios.
8) En su batalla contra Dios, el diablo también emplea las virtudes. Lewis resalta que así como Dios emplea los males como medio para producir bienes (la enfermedad de un hombre, por ejemplo, puede ser el campanazo gracias al cual ese hombre abandona la autosuficiencia y se abre hacia la experiencia del amor al prójimo), el diablo emplea las virtudes humanas como medio para producir vicios (otro ejemplo sencillo, un hombre que lleva a cabo obras de caridad comienza a pensar que él es bueno y mejor persona que quienes no hacen obras de caridad, así ya está instalado en la soberbia, y de allí para adelante puede acabar en cualquier cosa).
9) El demonio no se precipita. Su estrategia es la ir hundiendo en el pecado de a poquitos y no de un sólo envión. Siguiendo con el ejemplo del ítem anterior, si en el hombre que hacía obras de caridad conseguimos la idea de que es mejor que quienes no las hacen, ya hemos conseguido soberbia. Si el hombre se cree más "santo" que los demás, ya se está poniendo en una categoría aparte que el resto de la humanidad. Si está en una categoría aparte, pensará que merece de la vida un tratamiento distinto al de los demás. Si la vida no le entrega ese tratamiento esperado, incubará odio hacia quienes no lo distinguen, y envidia hacia quienes siendo "inferiores" son mejor tratados por la vida que él. Con odio y envidia ya tendremos la base para que "nuestro santo" discrimine a quienes se comportan de un modo distinto, y he aquí que ya tenemos un fundamentalista. Si tenemos un fundamentalista ya podemos pasar a acciones decididamente agresoras (un fundamentalista ario norteamericano asesinará a un negro por pertenecer a una "raza inferior", un fundamentalista musulmán estrellará un avión contra las Torres Gemelas de Nueva York para que mueran los "infieles", un fundamentalista del sexo ocasionará angustia y desesperación en personas que se enamoran de él pero a las cuales él solo usa para obtener placer, etc). Lo que menos interesa al diablo es convertir a cada parroquiano en un Adolfo Hitler, a veces puede llevar a un hombre así de lejos, pero generalmente se contenta con menos. Lo esencial es que al momento de morir, un hombre no haya perdonado a alguien que lo agredió, ni le haya pedido perdón a quien debía pedirle perdón. Si es así, el diablo gana la partida. Según Lewis, muy pocas veces el diablo consigue goleadas tan históricas a su favor como Adolfo Hitler; casi siempre, cuando "gana" un partido (es decir, una vida humana), "gana" por marcador apretado (el típico uno a cero del fútbol). Es triste decirlo, pero quizá al diablo le sirve más un insignificante burocratita vanidoso, que un hombre que mata seis millones de judíos.
10) El diablo es incapaz de percibir el amor. En todo momento, Escrutopo es incapaz de entender cuál es la razón de los favores que Dios dispensa al hombre; como es ciego para el amor, supone que Dios ha creado a los hombres con alguna oscura justificación. Así (como le ocurre a tantas personas en el mundo pero especialmente en Estados Unidos, que ven nefastas conspiraciones en todas partes y justo donde no las hay) el diablo se devana los sesos intentando entender cuál es el complot detrás de la existencia humana. Lo tragicómico del asunto es que Dios juega mostrando sus cartas abiertamente y que el diablo tiene la respuesta básica al por qué de la existencia humana ante su nariz (si es que el diablo tiene nariz). Dado su egoísmo, el demonio no puede entender que alguien pueda ser tan importante como yo (que eso es el amor) y de este modo acaba siendo ese curioso buscador de la oscuro justo cuando todo es luminoso.
11) El peor enemigo de un diablo es otro diablo. En la obra, Lewis muestra que Orugario conspira con sus superiores burocráticos en contra de su tío Escrutopo, y que el tío Escrutopo está ansioso de devorar a su sobrino Orugario. Uno pensaría que si los demonios luchan contra un enemigo común que es Dios, entre ellos debería existir la solidaridad pero no es así. En algún momento, Escrutopo le recuerda a Orugario que, si es incapaz de traer a su paciente como comida para el infierno, el mismo Orugario se convertirá en comida para otros demonios. Esto, por otra parte, era de esperarse si consideramos que el infierno está compuesto por egoístas hambrientos en estado puro. Por desdicha para quienes allí moran, el infierno es un reino que se come a sí mismo.
12) El diablo supone que al final de los tiempos vencerá. Aunque frente a él tiene un enemigo que por definición es invencible (Dios), el demonio confía en su victoria final. El demonio es como una hormiga enloquecida que le declarara la guerra a un elefante; una hormiga sumida en un delirio tan aterrador, que imagina que un día terminará tragándose al elefante (algo imposible para la pobre hormiga que reventaría a poco de empezar a consumir el paquidermo). El demonio es alguien que enloqueció debido a su ego, es quien más necesita de un psiquiatra en el universo.
13) Al diablo le convienen más los "tiempos de paz" que los "tiempos de guerra". Aunque en las épocas de guerra los hombres experimentan dolor y tienen que hacer sacrificios, Escrutopo recuerda que para el demonio los tiempos de guerra son un arma de doble filo. En épocas de guerra, los hombres ya no pueden prestarse a sí mismos tanta atención como la que normalmente se prestan en tiempos de paz, esto hace que el egoísmo típico de cada humano se vea afectado, y que se conceda más atención a los demás. Fuera de lo anterior, está el hecho de que en la guerra de repente sentimos que la muerte está próxima, nos vemos obligados a abandonar las frivolidades y ser serios. Fruto de lo anterior es que aumenta la sensación de dependencia respecto de Dios y existen más posibilidades de conversiones. Como bien señala Escrutopo, en las guerras los hombres se preocupan de hallarse en estado de gracia y así, si llegan a morir en tal condición, el demonio perderá almas. Cuando la guerra con los alemanes da comienzo, Escrutopo sugiere a Orugario que -como estrambótico ángel de la guarda- a como de lugar saque sano y salvo a su paciente de semejante carnicería. Esto por aplastantes razones. En los tiempos de paz los hombres se aferran a la Tierra y es así más fácil hacerles perder la Vida Eterna. En los tiempos de paz, los hombres aumentan su egoísmo, sólo se ocupan de sí mismos y caen en la absurda idea -muy conveniente al demonio- de que nunca morirán. Al demonio le conviene que la gente tenga una vida larga y que no muera joven. Esto por dos razones. En una vida larga, el diablo tiene más tiempo para su estrategia favorita sobre los hombres: Ir desgastando poco a poco e imperceptiblemente a su presa, hasta que consigue perderla. Si un sujeto vive mucho tiempo le es más difícil perseverar en la gracia, tiene que afrontar las pruebas de la rutina diaria, de la decadencia de amores y esperanzas juveniles, de la tristeza y desesperación silenciosas que significan el vivir. La otra razón es que, si a diferencia del caso anterior el humano no tiene una vida adversa sino una vida próspera, resulta aún más fácil perder su alma. Cuando nuestra vida es próspera, inevitablemente nos complacemos en nosotros mismos y recaemos en la soberbia, pensamos que no necesitamos de nadie y poco a poco nos extraviamos. Además, cuando somos prósperos, es cuando más lejos estamos de la realidad en tanto que estamos más tentados que nunca de darle la espalda a Dios, es el momento en que más tentados estamos de preferir las criaturas de Dios a Dios mismo. En este apartado Lewis llega a una conclusión bellísima: Si el demonio quiere preservarte para él, te concederá una vida tranquila. El peligro es una forma de despertar a la realidad, y de allí que una vida peligrosa también sea una bendición de Dios.
Conclusiones
En Cartas del diablo a su sobrino, C. S. Lewis demuestra por qué fue uno de los más sagaces demonólogos del cristianismo, alguien que se adentró de manera sorprendente en la psicología satánica. De entre los rasgos fundamentales, que nos ha bosquejado del ángel caído, podríamos recapitular los siguientes:
1) La estrategia básica del demonio consiste en conseguir que los hombres se pierdan sin percibirlo. Para ello ha llevado a cabo una acción tan simple como efectiva y que no es otra que el cambio de rótulos (llamar bien al mal, y mal al bien). Satanás se esfuerza en que cada hombre duerma su vida en vez de vivirla (que disfrutes mucho pero que no pienses mucho).
2) La peculiar locura del diablo consiste en que hasta cierto punto, él puede percibir la locura de los demás, pero no su propia locura. Satanás es un enfermo que se cree sano.
3) Satanás vive muerto de hambre y así se tragara todos los universos, seguiría muerto de hambre. Satanás es quien desconoce que sólo el amor llena.
4) Hace rato, la estrategia del diablo consiste en pasar desapercibido. Quiere que pensemos que sólo es literatura fantástica aunque- según Lewis- el diablo es mucho más que literatura fantástica.
5) Como tantos que hoy creen en conjuras diversas (el gobierno norteamericano oculta los ovnis de Roswell, El Vaticano oculta los manuscritos del Mar Muerto y otros documentos acerca del "Jesús Histórico", el "gobierno invisible del mundo" oculta que los ovnis son nazis, y tantas otras cosas que predican por ahí), el diablo también cree hallarse inmerso en un gigantesco complot. Satanás le pone todo el empeño posible a descubrir por qué creó Dios al hombre, y hacia donde va la creación, cuando lo cierto es que tiene la respuesta ante sus narices.
6) Hace rato Satán descubrió que si quiere perder tu alma, te entregará una vida fácil.
fuente: Campo Ricardo Burgos López
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