jueves, 15 de abril de 2010
COMUNIONES DE LA “PASCUA JOVEN” (SAN ISIDRO, 2009)
SACRILEGIO Y DESVERGÜENZA
15 de Abril de 2010
COMUNIONES DE LA “PASCUA JOVEN” (SAN ISIDRO, 2009)
Nota catapúltica:
A la espera de las fotos de este año publico las del anterior (¡Gracias, P.C.J.!).
Poco para comentar. Las imágenes lo dicen todo: una de las comulgantes se ríe y otra, por la miradita que le echa, da la impresión de estar embobada con uno de los adefésicos y astrosos “ministros”. Y para qué seguir…
Publicado en Iglesia y Catolicismo, Vaticano II |
SACRILEGIO Y DESVERGÜENZA
15 de Abril de 2010
COMUNIONES DE LA “PASCUA JOVEN” (SAN ISIDRO, 2009)
Nota catapúltica:
A la espera de las fotos de este año publico las del anterior (¡Gracias, P.C.J.!).
Poco para comentar. Las imágenes lo dicen todo: una de las comulgantes se ríe y otra, por la miradita que le echa, da la impresión de estar embobada con uno de los adefésicos y astrosos “ministros”. Y para qué seguir…
Publicado en Iglesia y Catolicismo, Vaticano II |
MUERTE PARA ELEGIR
maquina para eliminar cuerpos
A simple vista puede confundirse con una lavadora industrial, una secadora o incluso con una suerte de tomógrafo.
Pero en realidad, este aparato diseñado en Escocia es un dispositivo que -según sus creadores- permite deshacerse de los restos humanos de una forma más ecológica que la cremación o el entierro.
La técnica, conocida en inglés como Resomation, imita el proceso de hidrólisis alcalina que ocurre naturalmente cuando un cuerpo se descompone. Sólo que este caso, la descomposición que normalmente ocurre en un lapso de hasta 20 años, se produce silenciosamente en cuestión de dos o tres horas.
"Nosotros sumergimos el cuerpo en una solución de agua con hidróxido de potasio y lo sometemos a un temperatura de 180ºC", le explicó a BBC Mundo Sandy Sullivan, una de las personas detrás de esta iniciativa.
Como resultado se obtiene una pila de cenizas, similares a las que produce la cremación.
Las ventajas ecológicas, según Sullivan, son múltiples.
"En principio, tiene el beneficio de que no requiere espacio. Y en comparación con los métodos de cremación tradicional, tiene una huella de carbono mucho menor ya que utiliza ocho veces menos energía", explicó Sullivan.
"Además no produce emisiones de dioxinas ni de mercurio dado que, al final del proceso, las amalgamas de la dentadura pueden recuperarse".
Caderas postizas, como nuevas
El cuerpo se envuelve en una funda de seda (también puede ser lana o cuero) y se coloca dentro de un ataúd de madera para trasladarlo al aparato.
Como la madera no puede ser sometida al proceso de hidrólisis alcalina, el cajón se recicla para el próximo cuerpo.
Otra ventaja adicional, señala Sullivan, es que el método de descomposición acelerado permite reciclar cualquier implante médico que contenga el organismo.
"Después del proceso, los implantes como las articulaciones de cadera o rodilla, por ejemplo, quedan en condiciones impecables. Pueden volverse a utilizar y beneficiar a muchas personas que no pueden acceder a estos tratamiento médicos por falta de dinero", explicó Sullivan.
En cuanto a su costo, el inventor escocés señala que es muy similar al de la cremación, a la que también se parece en cuanto a la forma de la ceremonia.
Solución amable, económica y verde
El método no es completamente nuevo. Fue desarrollado en el pasado para deshacerse de los cadáveres de animales afectados por enfermedades como la aftosa o el mal conocido popularmente como la enfermedad de las "vacas locas".
Lo que Sullivan hizo fue transformarlo en un proceso específico para lidiar con el cuerpo de seres humanos.
Actualmente está aprobado en cinco estados de Estados Unidos (Florida, Colorado, Maine, Minnesota y Oregon) y en Toronto, Canadá.
Sullivan espera que para fines de abril el Parlamento Escocés -que está considerando el tema en estos días- apruebe su utilización en Escocia.
"Desafortunadamente no hay una forma linda para irse de este mundo", dijo Sullivan.
"Creo que al menos este método ofrece una solución compasiva, amable, rápida, económica y además, no contaminante con el medio ambiente", concluyó el inventor escocés.
ESTE ES EL MUNDO
#1 Qué canción sonaría en tu funeral?...(estos son avisos )
Imaginemos un funeral fuera de lo común, tu funeral...En el que vos puedas dejar todo organizado y elegir música para él...
¿Qué canción sonaría en tu funeral?...
PD: La pregunta es una, pero pueden poner lo que se les ocurra. No solamente limitarnos a la música, podemos pensar en qué se comería, quiénes irían, cómo quisieras que te vistan, etc...Imaginemos. Mientras tengamos vida...
Avisos Google
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Naciente S.A.
www.solnacientesa.com.ar - Seguros de vida y de sepelios Seguros de vida y de sepelio
/encuentro.gif">
¿La cremación? No es para católicos
por el Rvdo. Padre Benedict Hughes, CMRI
La historia del entierro frente a la cremación
Aunque los dos métodos de eliminación de los muertos se encontraban entre los pueblos primitivos, el entierro prevaleció en la mayoría de las culturas antiguas. Al menos en práctica, la cremación era desconocida para los egipcios, fenicios, cartagineses, persas, chinos, los habitantes del Asia Menor y hasta a los primeros griegos y romanos. «Los Babilonios — según Heródoto — embalsamaban a sus muertos, y los persas castigaban con la muerte tales cosas como el intento de cremación, siguiéndose reglamentos especiales en la purificación del fuego profanado» (Devlin, p. 481).
La práctica del entierro en el Pueblo Escogido. En particular, los judíos utilizaban exclusivamente la inhumación, tolerándose algunas excepciones durante tiempos de pestilencia o guerra (cf. I Reyes, 31:12). Los incidentes de entierro y de respeto por los restos mortales son frecuentes por todo el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el libro del Génesis menciona los sepelios de Sara, Abrahán y Raquel; sin embargo, es de particular interés la historia de los últimos días de Jacob. Consciente de su final próximo, llamó Jacob a José su hijo para que estuviera a su lado; le manifestó su deseo de ser enterrado con sus antepasados, en la cueva que Abrahán había comprado, y le pidió que le jurara cumplir su deseo. Después de su muerte, José mandó embalsamar a su padre, y luego buscó el permiso del Faraón para llevar el cuerpo a la tierra de Canaán y enterrarlo. Una gran caravana compuesta de familiares, viajando en cuádrigas, escoltaron el cuerpo al lugar de entierro (cf. Génesis, 47-50).
La muerte de José es aún más interesante, ya que poco antes de morir hizo que los jefes de las tribus le juraran que transportarían sus huesos de regreso a la tierra prometida cuando fuesen liberados de Egipto: promesa que sus descendientes cumplieron varios siglos después.
El entierro del profeta Eliseo, quien, según el Cuarto Libro de Reyes, obró numerosos milagros, es aún más sorprendente. Un año después de morir, el cuerpo de un hombre que había muerto fue enterrado en el sepulcro de Eliseo, «y al punto que tocó los huesos de Eliseo, el muerto resucitó y se puso en pie» (4 Reyes, 13:21).
La historia de Tobías. También hay una historia en el Antiguo Testamento que me gustaría narrar brevemente. Es la historia de un hombre santo llamado Tobías, relatada en el libro bíblico que lleva su nombre. Durante el Cautiverio Asirio, Tobías sepultaba secretamente los cadáveres de sus compatriotas, algo que sus captores paganos habían prohibido so pena de muerte. Y aunque Dios probó la fidelidad de Tobías (perdiendo éste la vista), como lo había hecho con Job, al final fue recompensado de manera extraordinaria por su caridad: el Arcángel Rafael se le apareció bajo la guisa de hombre a fin de guiarlo en un largo viaje, protegerlo de toda desgracia, encontrarle una esposa y librarla a ésta del demonio, recuperarle una deuda y, por último, regresarlo sano y salvo a su padre, quien a su vez le restauró la vista. Asombrados por su fortuna, Tobías y su padre le ofrecieron a su bienhechor la mitad de sus riquezas, no sabiendo aún que era ángel. San Rafael se reveló a sí mismo, diciendo: «Cuando tú orabas con lágrimas, y enterrabas a los muertos, y te levantabas de la mesa a medio comer, y escondías de día los cadáveres en tu casa, y los enterrabas de noche, yo presentaba al Señor tus oraciones» (Tobías, 12:12). Esta obra corporal de misericordia — de proveer entierros convenientes a costa de la vida — es lo que le trajo a Tobías y a su familia tales favores.
La práctica de los romanos. Desde la fundación de su ciudad hasta alrededor del año 100 a.C, los romanos practicaron exclusivamente la inhumación. Luego comenzaron a utilizar la cremación, especialmente para prevenir que sus enemigos exhumaran a los soldados muertos y profanaran sus cuerpos. La cremación, sin embargo, estaba reservada para los romanos más ricos; el pueblo pobre continuó con el sepelio, ya que no podían adquirir las piras funerarias. Después del año 63 a.C., se fundaron colonias judías en Roma, y a estos judíos se les permitió tener sus propios cementerios. Eventualmente llegaron también allí los cristianos, y, después que Nerón comenzó a perseguirlos en el 64 d.C., empezaron a excavar fascinantes laberintos subterráneos conocidos como catacumbas. Existen 60 catacumbas en las proximidades de Roma y muchas de ellas tienen hasta tres o cuatro niveles de profundidad. (Aunque las catacumbas romanas son las más conocidas, también hay en Nápoles y Milán, y en partes de Francia, Grecia, Iliria, áfrica y Asia Menor). Si se conectaran una con otra, las asombrosas catacumbas romanas se extenderían por cientos de kilómetros, una hazaña de una magnitud increíble, especialmente dados los tiempos de persecución. Aun cuando las catacumbas sirvieron como lugares de escondite y para el culto cristiano, su principal uso era como cementerio para salvaguardar las tumbas cristianas contra la profanación, especialmente desde que los cadáveres de cristianos fueran algunas veces quemados en burla de su creencia en la vida futura.
Con la conversión de Constantino en el siglo cuarto, cesaron las persecuciones. Gradualmente, conforme el cristianismo se expandía por el imperio, se descontinuaron las prácticas paganas de la cremación, y cesó totalmente hacia el siglo quinto de ser una forma aceptable para la eliminación de los cadáveres. Desde entonces la cremación no existió en occidente hasta el siglo XIX, cuando los librepensadores revivieron la práctica para atacar al cristianismo.
La oposición cristiana a la cremación
La oposición de los cristianos primitivos a la cremación fue inspirada por motivos religiosos, ya que la destrucción del cuerpo con fuego simbolizaba la aniquilación y la concepción materialista de que la muerte es el fin absoluto de la vida humana. En verdad, sus perseguidores paganos quemaban frecuentemente los cadáveres de mártires cristianos para burlarse de su creencia en la resurrección del cuerpo.
El cuerpo es templo del Espíritu Santo. Además, los cristianos primitivos comprendían la dignidad del cuerpo humano, y su destrucción por medio del fuego les parecía una seria falta de reverencia a lo que había sido templo del Espíritu Santo. Ungido en el Bautismo, la Confirmación y la Extremaunción, y alimentado con el alimento divino de la Sagrada Eucaristía, nuestro cuerpo queda santificado. San Pablo declara: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros...? Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo...» (I Co. 6:19-20).
Huelga decir que la destrucción por fuego no impide que Dios, en el día de la resurrección, reúna los elementos que hayan constituído un particular cuerpo humano. Sin embargo, este hecho no excusa una falta de respeto hacia los cuerpos de los difuntos. San Pablo compara el entierro del cristiano con la siembra: «Lo que se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción; lo que se siembra en deshonra, resucitará en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucitará en poder; lo que se siembra en cuerpo animal, resucitará en cuerpo espiritual» (I Co. 15:42-44). Cristo resucitó, ciertamente, de entre los muertos después de su entierro, «y ha venido a ser como las primicias de los que durmieron» (I Co. 15:20).
La palabra cementerio. La misma palabra «cementerio» es de origen cristiano, tomada del griego koimeterion, que significa dormitorio. Nuestro uso de esta palabra, entonces, indica la fe que tenemos en la resurrección del cuerpo, el cual duerme en el cementerio hasta aquel triunfo final. Los fieles de varios países tienen otros términos para cementerio; por ejemplo, en Inglaterra, en tiempos de catolicismo, se llamaba «el acre de Dios» [acre: medida inglesa de superficie. N. del T.]; mientras que en Italia al cementerio se le llama «campo santo». Estos términos expresan esa verdad de nuestra fe tan bien parafraseada por San Agustín: «La muerte no es muerte para nosotros, sino sólo un sueño; a los que llamamos muertos, guardan vigilia hasta su resurrección».
La tradición católica
En los escritos de los Padres de la Iglesia, encontramos referencias de los entierros como expresión de nuestra fe. Hasta Juliano el Apóstata
«... observando cómo consideraban los cristianos el entierro de los muertos una obra corporal de misericordia, ...identificó el cuidado religioso de sus muertos como uno de los medios por los cuales obtenían tantos conversos; y, por tanto, como una de las primeras cosas a suprimirse si se iba a erradicar el cristianismo» (Rumble, p. 7).
¿No alabó Nuestro Señor la buena obra de María, quien ungió su cabeza y pies, al decir «esto lo ha hecho para mi entierro»? Además, como dice San Agustín en La Ciudad de Dios, el evangelio ha coronado con eterna alabanza a los que bajaron el cuerpo de Jesús de la Cruz y diéronle honroso entierro. ¿Y qué de las bendiciones otorgadas a las mujeres santas que fueron temprano el día primero de la semana para ungir el cuerpo de Nuestro Señor?
Suelo consagrado. La reverencia debida al cuerpo de los difuntos también se evidencía en el ritual de la Iglesia para la dedicación de un cementerio, ceremonia llevada a cabo por el Obispo o su delegado. La elaborada ceremonia consiste de oraciones y cantos, durante la cual se rocía el suelo con agua bendita, santificándolo como digno lugar de descanso para los cuerpos de los fieles. El suelo consagrado se localiza normalmente cerca de la iglesia, indicando el respeto que se le merece. Además, la ley eclesiástica ordena que se coloque una barda o barrera alrededor del cemeterio, segregándolo del suelo no consagrado y para mantener a los animales fuera, no sea que se profane la santidad del cemeterio.
Los fieles siempre han deseado ser enterrados en suelo bendecido por un sacerdote católico. El serle negado un entierro católico o ser enterrado en suelo no consagrado es considerado una de las mayores desgracias que le puede acaecer a uno. Es por eso que el sacerdote, cuando lleva a cabo un entierro en un cementerio no católico, siempre bendice la tumba individual como parte de la ceremonia.
Resurgimiento del paganismo
Como ya se dijo, la práctica de la cremación no fue revivida sino hasta el siglo XIX. Veamos cuáles fueron las fuerzas que ocasionaron este cambio:
La edad de la razón. Los filósofos librepensadores del siglo XVII inauguraron un movimiento que llegó a conocerse como la «Edad de la Razón», pero que de hecho no fue sino el renacimiento del paganismo. El camino fue allanado por los filósofos ingleses como Hobbes (fallecido en 1679) y Locke (m. 1704) y por la inauguración de la Francmasonería en Londres en 1717. Voltaire, filósofo francés, viajó a Londres para iniciarse como francmasón en 1726 y, junto con Rousseau y Diderot, promovió la causa del liberalismo secular en Francia, atacanado violentamente a la Iglesia y sus costumbres. ésto dio fruto en la Declaración de los Derechos del Hombre, promulgada durante la Revolución francesa. Como resultado, se confiscaron y profanaron iglesias, se suprimieron órdenes religiosas, y el sacrificio de la Misa fue sustituída por el culto de la «razón».
De este movimiento surgió el Gobierno Republicano ateo de Francia, que, en 1797, propuso el renacimiento de la cremación como substituto del sepelio cristiano. Y aunque hubieron incidentes aislados de su uso, sin embargo, el movimiento no sería popular por más de 75 años. Las costumbres no cambian fácilmente, pero ya había nacido un movimiento. Se formaron sociedades para fomentar la cremación de tal manera que se impresionara a la gente con la idea de que todo se acaba con la muerte. La cremación se consideraba un símbolo apto para el concepto naturalista de la aniquilación.
El movimiento crematorio. Para justificar el movimiento crematorio, fueron utilizados varios subterfugios: a la gente se le dijo que sería más sanitario, y que el entierro podía causar contaminación de suelo, aire y agua, afirmaciones que han sido probadas equivocadas. El verdadero motivo detrás del movimiento, sin embargo, puede verse en una cita tomada de una publicación masónica:
«Los hermanos de las logias deberán emplear todos los medios posibles para esparcir la práctica de la cremación. La Iglesia, al prohibir la incineración de los cuerpos está... meramente buscando preservar entre la gente las antiguas creencias de la inmortalidad del alma y de una vida futura: creencias hoy derribadas por la luz de la ciencia» (citado por M.A. Faucieux en Revue des Sciences Ecclesiastiques, 1886).
El primer crematorio de tiempos modernos se construyó en Milán (Italia) en 1874. Al lector puede que le sorprenda el hecho de que un país católico fuera el primero en tener un crematorio. No obstante, un conocimiento de la historia moderna de Italia nos provee fácilmente de la respuesta. En 1870 Mazzini y Garibaldi, ambos masones del Gran Oriente, tuvieron éxito en la captura de Roma y redujeron al papa Pío IX a prisionero en el Vaticano. Con ello se estableció un gobierno profundamente anticatólico en Italia. Después de la construcción del primer crematorio, se establecieron otros por toda Europa y América.
Las leyes de la Iglesia
La autoridad de la Santa Madre Iglesia no tardó en responder al movimiento crematorio. El 19 de mayo de 1886, la Santa Sede expidió una fuerte condenación a todo intento por revivir la práctica pagana de la cremación. El decreto prohibía estrictamente a los católicos dar instrucciones para la cremación de sus propios cuerpos o los de otros. Además, se les ordenó a obispos y sacerdotes instruir a los fieles que la cremación es un abuso detestable, y a alentar a los católicos a abstenerse de ella.
Canon 1203: Los cuerpos de los fieles han de ser enterrados, y la cremación está condenada. Si alguno ha ordenado en manera alguna cremar su cuerpo, será ilícito ejecutar su deseo; y si esta orden ha sido adjuntada a un contrato, a un último testamento o a cualquier otro documento, debe considerarse como inexistente.
Canon 1240: Las siguientes personas quedan privadas de un entierro eclesiástico, a menos que antes de morir hayan dado señales de arrepentimiento: ... (5) las personas que han dado instrucciones para la cremación de sus cuerpos...
El 16 de diciembre del mismo año, la Santa Sede promulgó otro decreto que es todavía más enfático. Ordena que cualquier católico que haya sido cremado como efecto de su propia voluntad, previamente expresada, han de reshusársele los ritos de un entierro cristiano.
Finalmente, el 27 de julio de 1892, se volvió a emitir otro decreto, el cual prohibía a los sacerdotes administrar los últimos sacramentos a quien haya hecho arreglos para cremar su cuerpo, a menos que se arrepintiera de su desafío a las leyes de la Iglesia y haya cancelado tales arreglos. El Código de Derecho Canónico (de 1917) expresa estos decretos en los cánones 1203 y 1240 (véase el cuadro de la derecha).
Preocupaciones modernas
Aunque la Iglesia repetidas veces condenó la incineración, ello no descarriló el movimiento crematorio. Al contrario, se ha esparcido hasta el punto de que su práctica es muy común en nuestros tiempos. En una consulta reciente, un director de funerales le dijo al autor que en su funeraria hay tantas cremaciones como entierros.
Razones para la cremación. ¿Por qué tanta gente opta por la cremación, una práctica tan contraria a nuestra naturaleza humana? Ciertamente, una de las razones son los gastos. Una pequeña indagación hecha en una casa funeraria local proporcionó la siguiente información: un funeral normalmente cuesta $3,000 [dólares], mientras que la cremación tan sólo cuesta $865 [dólares]. ¡Qué diferencia! Además, mucha gente no se molesta en comprar una parcela y vigilar que se conserve. Sin duda, la culpa también la tiene nuestra falta de caridad por el difunto en nuestra época materialista. Uno se maravilla de la belleza de tantos cementerios en países europeos, donde la cultura católica ha inspirado a las generaciones futuras a cuidar por las tumbas de sus antepasados. Hoy muchos no quieren molestarse con dicha tarea. (Para contrarrestar algunos de los argumentos suscitados en tiempos modernos, la Santa Sede emitió otro decreto en 1926).
La cremación no es intrínsecamente mala. Es importante que los católicos entiendan que la cremación no es intrínsecamente mala, y por tanto puede ser tolerada por la autoridad eclesiástica por razones graves. Por el contrario, la Iglesia la condena por causa de su simbolismo y porque fue promovida por los enemigos de la fe con el propósito de expresar y avanzar la creencia materialista en la aniquilación. Además, el entierro conviene más a la dignidad del cuerpo y está en armonía con el amor y respeto por nuestros amigos y parientes fallecidos.
En la Iglesia posconciliar. Hoy la preponderancia de la cremación casi no estaría tan pronunciada si no fura por el Concilio Vaticano II. De hecho, la moderna Iglesia posconciliar, en su Código de Derecho Canónico de 1983, permite específicamente la cremación («a menos que haya sido escogida por razones que son contrarias a la enseñanza cristiana» canon 1176, §3). Consecuentemente, su práctica no está ya prohibida a los miembros de la Iglesia posconciliar. Este hecho es sólo una prueba más de que la Iglesia moderna no es de Dios, no es católica.
Conclusión
Los católicos han valorado por mucho tiempo los ritos del entierro cristiano; podríamos decir que esta apreciación es parte del Sensus Catholicus, y es algo que asimilamos a través de una vida devota de nuestra fe. Como yo soy misionero, frecuentemente los fieles me preguntan si un sacerdote estará allí con ellos cuando mueran, es decir, si tendrán un funeral católico. Y las mismas veces me sorprendo al ver el alivio que sienten cuando les aseguro que les proveeremos de un sacerdote para su funeral y, si es posible, estar ahí en sus últimos momentos.
No olvidemos también que un funeral católico es una gran bendición para los fieles que permanecen atrás. La hermosa Misa de Difuntos; la bendición y la insensación del ataúd; las maravillosas melodías gregorianas del Subvenite, el Libera Me, y el In Paradisum; y las oraciones finales en el lugar de entierro: todas estas cosas son una gran bendición y consolación para los fieles que las atestiguan. No sólo nos recuerdan de las grandes verdades de la eternidad, sino que demuestra el amor materno de la Iglesia, la cual cuida de sus hijos desde nuestro nacimiento hasta la tumba.
En tanto que poseemos muchos beneficios como miembros de la Iglesia católica, el Cuerpo Místico de Cristo, ciertamente uno de los mayores es el entierro cristiano, pues estamos junto con nuestros semejantes en oración por el reposo de nuestra alma y del sacerdote, el representante de Cristo, quien bendice nuestros restos mortales antes de ser bajados a la tierra para allí pagar nuestra deuda común por el pecado de Adán («Recuerda hombre que polvo eres y al polvo regresarás»), y para esperar el glorioso día de la resurrección, cuando nuestros cuerpos mortales, ahora glorificados, se reúnan con nuestras almas, para nunca más separarse. Estas son las verdades que vienen a la mente cuando atestiguamos un entierro católico.
Fuentes
Bouscaren, T. L. (1934). vol. I. Milwaukee: Bruce Publishing Co.
Code of Canon Law in English Translation, The. (1983). Londres: Collins Liturgical Publications.
Coriden, J. (1985). The Code of Canon Law, Texto y Comentario. Nueva York: Paulist Press.
Devlin, W. (1908). «Cremation», The Catholic Encyclopedia, vol. 4. Nueva York: Robert Appleton Company.
Holy Bible, New Catholic Edition of the. (1957). Nueva York: Catholic Book Publishing Co.
O’Sullivan, P. (E. D. M.). (1954). St. Philomena the Wonderworker. Lisboa: The Catholic Printing Press.
Rumble, L., M.S.C. (1960). Is Cremation Christian? San Pablo: Radio Replies Press Society.
Woywod, S., O.F.M. (1957). A Practical Commentary on the Code of Canon Law. Nueva York: Joseph F. Wagner, Inc.
A simple vista puede confundirse con una lavadora industrial, una secadora o incluso con una suerte de tomógrafo.
Pero en realidad, este aparato diseñado en Escocia es un dispositivo que -según sus creadores- permite deshacerse de los restos humanos de una forma más ecológica que la cremación o el entierro.
La técnica, conocida en inglés como Resomation, imita el proceso de hidrólisis alcalina que ocurre naturalmente cuando un cuerpo se descompone. Sólo que este caso, la descomposición que normalmente ocurre en un lapso de hasta 20 años, se produce silenciosamente en cuestión de dos o tres horas.
"Nosotros sumergimos el cuerpo en una solución de agua con hidróxido de potasio y lo sometemos a un temperatura de 180ºC", le explicó a BBC Mundo Sandy Sullivan, una de las personas detrás de esta iniciativa.
Como resultado se obtiene una pila de cenizas, similares a las que produce la cremación.
Las ventajas ecológicas, según Sullivan, son múltiples.
"En principio, tiene el beneficio de que no requiere espacio. Y en comparación con los métodos de cremación tradicional, tiene una huella de carbono mucho menor ya que utiliza ocho veces menos energía", explicó Sullivan.
"Además no produce emisiones de dioxinas ni de mercurio dado que, al final del proceso, las amalgamas de la dentadura pueden recuperarse".
Caderas postizas, como nuevas
El cuerpo se envuelve en una funda de seda (también puede ser lana o cuero) y se coloca dentro de un ataúd de madera para trasladarlo al aparato.
Como la madera no puede ser sometida al proceso de hidrólisis alcalina, el cajón se recicla para el próximo cuerpo.
Otra ventaja adicional, señala Sullivan, es que el método de descomposición acelerado permite reciclar cualquier implante médico que contenga el organismo.
"Después del proceso, los implantes como las articulaciones de cadera o rodilla, por ejemplo, quedan en condiciones impecables. Pueden volverse a utilizar y beneficiar a muchas personas que no pueden acceder a estos tratamiento médicos por falta de dinero", explicó Sullivan.
En cuanto a su costo, el inventor escocés señala que es muy similar al de la cremación, a la que también se parece en cuanto a la forma de la ceremonia.
Solución amable, económica y verde
El método no es completamente nuevo. Fue desarrollado en el pasado para deshacerse de los cadáveres de animales afectados por enfermedades como la aftosa o el mal conocido popularmente como la enfermedad de las "vacas locas".
Lo que Sullivan hizo fue transformarlo en un proceso específico para lidiar con el cuerpo de seres humanos.
Actualmente está aprobado en cinco estados de Estados Unidos (Florida, Colorado, Maine, Minnesota y Oregon) y en Toronto, Canadá.
Sullivan espera que para fines de abril el Parlamento Escocés -que está considerando el tema en estos días- apruebe su utilización en Escocia.
"Desafortunadamente no hay una forma linda para irse de este mundo", dijo Sullivan.
"Creo que al menos este método ofrece una solución compasiva, amable, rápida, económica y además, no contaminante con el medio ambiente", concluyó el inventor escocés.
ESTE ES EL MUNDO
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Aunque los dos métodos de eliminación de los muertos se encontraban entre los pueblos primitivos, el entierro prevaleció en la mayoría de las culturas antiguas. Al menos en práctica, la cremación era desconocida para los egipcios, fenicios, cartagineses, persas, chinos, los habitantes del Asia Menor y hasta a los primeros griegos y romanos. «Los Babilonios — según Heródoto — embalsamaban a sus muertos, y los persas castigaban con la muerte tales cosas como el intento de cremación, siguiéndose reglamentos especiales en la purificación del fuego profanado» (Devlin, p. 481).
La práctica del entierro en el Pueblo Escogido. En particular, los judíos utilizaban exclusivamente la inhumación, tolerándose algunas excepciones durante tiempos de pestilencia o guerra (cf. I Reyes, 31:12). Los incidentes de entierro y de respeto por los restos mortales son frecuentes por todo el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el libro del Génesis menciona los sepelios de Sara, Abrahán y Raquel; sin embargo, es de particular interés la historia de los últimos días de Jacob. Consciente de su final próximo, llamó Jacob a José su hijo para que estuviera a su lado; le manifestó su deseo de ser enterrado con sus antepasados, en la cueva que Abrahán había comprado, y le pidió que le jurara cumplir su deseo. Después de su muerte, José mandó embalsamar a su padre, y luego buscó el permiso del Faraón para llevar el cuerpo a la tierra de Canaán y enterrarlo. Una gran caravana compuesta de familiares, viajando en cuádrigas, escoltaron el cuerpo al lugar de entierro (cf. Génesis, 47-50).
La muerte de José es aún más interesante, ya que poco antes de morir hizo que los jefes de las tribus le juraran que transportarían sus huesos de regreso a la tierra prometida cuando fuesen liberados de Egipto: promesa que sus descendientes cumplieron varios siglos después.
El entierro del profeta Eliseo, quien, según el Cuarto Libro de Reyes, obró numerosos milagros, es aún más sorprendente. Un año después de morir, el cuerpo de un hombre que había muerto fue enterrado en el sepulcro de Eliseo, «y al punto que tocó los huesos de Eliseo, el muerto resucitó y se puso en pie» (4 Reyes, 13:21).
La historia de Tobías. También hay una historia en el Antiguo Testamento que me gustaría narrar brevemente. Es la historia de un hombre santo llamado Tobías, relatada en el libro bíblico que lleva su nombre. Durante el Cautiverio Asirio, Tobías sepultaba secretamente los cadáveres de sus compatriotas, algo que sus captores paganos habían prohibido so pena de muerte. Y aunque Dios probó la fidelidad de Tobías (perdiendo éste la vista), como lo había hecho con Job, al final fue recompensado de manera extraordinaria por su caridad: el Arcángel Rafael se le apareció bajo la guisa de hombre a fin de guiarlo en un largo viaje, protegerlo de toda desgracia, encontrarle una esposa y librarla a ésta del demonio, recuperarle una deuda y, por último, regresarlo sano y salvo a su padre, quien a su vez le restauró la vista. Asombrados por su fortuna, Tobías y su padre le ofrecieron a su bienhechor la mitad de sus riquezas, no sabiendo aún que era ángel. San Rafael se reveló a sí mismo, diciendo: «Cuando tú orabas con lágrimas, y enterrabas a los muertos, y te levantabas de la mesa a medio comer, y escondías de día los cadáveres en tu casa, y los enterrabas de noche, yo presentaba al Señor tus oraciones» (Tobías, 12:12). Esta obra corporal de misericordia — de proveer entierros convenientes a costa de la vida — es lo que le trajo a Tobías y a su familia tales favores.
La práctica de los romanos. Desde la fundación de su ciudad hasta alrededor del año 100 a.C, los romanos practicaron exclusivamente la inhumación. Luego comenzaron a utilizar la cremación, especialmente para prevenir que sus enemigos exhumaran a los soldados muertos y profanaran sus cuerpos. La cremación, sin embargo, estaba reservada para los romanos más ricos; el pueblo pobre continuó con el sepelio, ya que no podían adquirir las piras funerarias. Después del año 63 a.C., se fundaron colonias judías en Roma, y a estos judíos se les permitió tener sus propios cementerios. Eventualmente llegaron también allí los cristianos, y, después que Nerón comenzó a perseguirlos en el 64 d.C., empezaron a excavar fascinantes laberintos subterráneos conocidos como catacumbas. Existen 60 catacumbas en las proximidades de Roma y muchas de ellas tienen hasta tres o cuatro niveles de profundidad. (Aunque las catacumbas romanas son las más conocidas, también hay en Nápoles y Milán, y en partes de Francia, Grecia, Iliria, áfrica y Asia Menor). Si se conectaran una con otra, las asombrosas catacumbas romanas se extenderían por cientos de kilómetros, una hazaña de una magnitud increíble, especialmente dados los tiempos de persecución. Aun cuando las catacumbas sirvieron como lugares de escondite y para el culto cristiano, su principal uso era como cementerio para salvaguardar las tumbas cristianas contra la profanación, especialmente desde que los cadáveres de cristianos fueran algunas veces quemados en burla de su creencia en la vida futura.
Con la conversión de Constantino en el siglo cuarto, cesaron las persecuciones. Gradualmente, conforme el cristianismo se expandía por el imperio, se descontinuaron las prácticas paganas de la cremación, y cesó totalmente hacia el siglo quinto de ser una forma aceptable para la eliminación de los cadáveres. Desde entonces la cremación no existió en occidente hasta el siglo XIX, cuando los librepensadores revivieron la práctica para atacar al cristianismo.
La oposición cristiana a la cremación
La oposición de los cristianos primitivos a la cremación fue inspirada por motivos religiosos, ya que la destrucción del cuerpo con fuego simbolizaba la aniquilación y la concepción materialista de que la muerte es el fin absoluto de la vida humana. En verdad, sus perseguidores paganos quemaban frecuentemente los cadáveres de mártires cristianos para burlarse de su creencia en la resurrección del cuerpo.
El cuerpo es templo del Espíritu Santo. Además, los cristianos primitivos comprendían la dignidad del cuerpo humano, y su destrucción por medio del fuego les parecía una seria falta de reverencia a lo que había sido templo del Espíritu Santo. Ungido en el Bautismo, la Confirmación y la Extremaunción, y alimentado con el alimento divino de la Sagrada Eucaristía, nuestro cuerpo queda santificado. San Pablo declara: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros...? Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo...» (I Co. 6:19-20).
Huelga decir que la destrucción por fuego no impide que Dios, en el día de la resurrección, reúna los elementos que hayan constituído un particular cuerpo humano. Sin embargo, este hecho no excusa una falta de respeto hacia los cuerpos de los difuntos. San Pablo compara el entierro del cristiano con la siembra: «Lo que se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción; lo que se siembra en deshonra, resucitará en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucitará en poder; lo que se siembra en cuerpo animal, resucitará en cuerpo espiritual» (I Co. 15:42-44). Cristo resucitó, ciertamente, de entre los muertos después de su entierro, «y ha venido a ser como las primicias de los que durmieron» (I Co. 15:20).
La palabra cementerio. La misma palabra «cementerio» es de origen cristiano, tomada del griego koimeterion, que significa dormitorio. Nuestro uso de esta palabra, entonces, indica la fe que tenemos en la resurrección del cuerpo, el cual duerme en el cementerio hasta aquel triunfo final. Los fieles de varios países tienen otros términos para cementerio; por ejemplo, en Inglaterra, en tiempos de catolicismo, se llamaba «el acre de Dios» [acre: medida inglesa de superficie. N. del T.]; mientras que en Italia al cementerio se le llama «campo santo». Estos términos expresan esa verdad de nuestra fe tan bien parafraseada por San Agustín: «La muerte no es muerte para nosotros, sino sólo un sueño; a los que llamamos muertos, guardan vigilia hasta su resurrección».
La tradición católica
En los escritos de los Padres de la Iglesia, encontramos referencias de los entierros como expresión de nuestra fe. Hasta Juliano el Apóstata
«... observando cómo consideraban los cristianos el entierro de los muertos una obra corporal de misericordia, ...identificó el cuidado religioso de sus muertos como uno de los medios por los cuales obtenían tantos conversos; y, por tanto, como una de las primeras cosas a suprimirse si se iba a erradicar el cristianismo» (Rumble, p. 7).
¿No alabó Nuestro Señor la buena obra de María, quien ungió su cabeza y pies, al decir «esto lo ha hecho para mi entierro»? Además, como dice San Agustín en La Ciudad de Dios, el evangelio ha coronado con eterna alabanza a los que bajaron el cuerpo de Jesús de la Cruz y diéronle honroso entierro. ¿Y qué de las bendiciones otorgadas a las mujeres santas que fueron temprano el día primero de la semana para ungir el cuerpo de Nuestro Señor?
Suelo consagrado. La reverencia debida al cuerpo de los difuntos también se evidencía en el ritual de la Iglesia para la dedicación de un cementerio, ceremonia llevada a cabo por el Obispo o su delegado. La elaborada ceremonia consiste de oraciones y cantos, durante la cual se rocía el suelo con agua bendita, santificándolo como digno lugar de descanso para los cuerpos de los fieles. El suelo consagrado se localiza normalmente cerca de la iglesia, indicando el respeto que se le merece. Además, la ley eclesiástica ordena que se coloque una barda o barrera alrededor del cemeterio, segregándolo del suelo no consagrado y para mantener a los animales fuera, no sea que se profane la santidad del cemeterio.
Los fieles siempre han deseado ser enterrados en suelo bendecido por un sacerdote católico. El serle negado un entierro católico o ser enterrado en suelo no consagrado es considerado una de las mayores desgracias que le puede acaecer a uno. Es por eso que el sacerdote, cuando lleva a cabo un entierro en un cementerio no católico, siempre bendice la tumba individual como parte de la ceremonia.
Resurgimiento del paganismo
Como ya se dijo, la práctica de la cremación no fue revivida sino hasta el siglo XIX. Veamos cuáles fueron las fuerzas que ocasionaron este cambio:
La edad de la razón. Los filósofos librepensadores del siglo XVII inauguraron un movimiento que llegó a conocerse como la «Edad de la Razón», pero que de hecho no fue sino el renacimiento del paganismo. El camino fue allanado por los filósofos ingleses como Hobbes (fallecido en 1679) y Locke (m. 1704) y por la inauguración de la Francmasonería en Londres en 1717. Voltaire, filósofo francés, viajó a Londres para iniciarse como francmasón en 1726 y, junto con Rousseau y Diderot, promovió la causa del liberalismo secular en Francia, atacanado violentamente a la Iglesia y sus costumbres. ésto dio fruto en la Declaración de los Derechos del Hombre, promulgada durante la Revolución francesa. Como resultado, se confiscaron y profanaron iglesias, se suprimieron órdenes religiosas, y el sacrificio de la Misa fue sustituída por el culto de la «razón».
De este movimiento surgió el Gobierno Republicano ateo de Francia, que, en 1797, propuso el renacimiento de la cremación como substituto del sepelio cristiano. Y aunque hubieron incidentes aislados de su uso, sin embargo, el movimiento no sería popular por más de 75 años. Las costumbres no cambian fácilmente, pero ya había nacido un movimiento. Se formaron sociedades para fomentar la cremación de tal manera que se impresionara a la gente con la idea de que todo se acaba con la muerte. La cremación se consideraba un símbolo apto para el concepto naturalista de la aniquilación.
El movimiento crematorio. Para justificar el movimiento crematorio, fueron utilizados varios subterfugios: a la gente se le dijo que sería más sanitario, y que el entierro podía causar contaminación de suelo, aire y agua, afirmaciones que han sido probadas equivocadas. El verdadero motivo detrás del movimiento, sin embargo, puede verse en una cita tomada de una publicación masónica:
«Los hermanos de las logias deberán emplear todos los medios posibles para esparcir la práctica de la cremación. La Iglesia, al prohibir la incineración de los cuerpos está... meramente buscando preservar entre la gente las antiguas creencias de la inmortalidad del alma y de una vida futura: creencias hoy derribadas por la luz de la ciencia» (citado por M.A. Faucieux en Revue des Sciences Ecclesiastiques, 1886).
El primer crematorio de tiempos modernos se construyó en Milán (Italia) en 1874. Al lector puede que le sorprenda el hecho de que un país católico fuera el primero en tener un crematorio. No obstante, un conocimiento de la historia moderna de Italia nos provee fácilmente de la respuesta. En 1870 Mazzini y Garibaldi, ambos masones del Gran Oriente, tuvieron éxito en la captura de Roma y redujeron al papa Pío IX a prisionero en el Vaticano. Con ello se estableció un gobierno profundamente anticatólico en Italia. Después de la construcción del primer crematorio, se establecieron otros por toda Europa y América.
Las leyes de la Iglesia
La autoridad de la Santa Madre Iglesia no tardó en responder al movimiento crematorio. El 19 de mayo de 1886, la Santa Sede expidió una fuerte condenación a todo intento por revivir la práctica pagana de la cremación. El decreto prohibía estrictamente a los católicos dar instrucciones para la cremación de sus propios cuerpos o los de otros. Además, se les ordenó a obispos y sacerdotes instruir a los fieles que la cremación es un abuso detestable, y a alentar a los católicos a abstenerse de ella.
Canon 1203: Los cuerpos de los fieles han de ser enterrados, y la cremación está condenada. Si alguno ha ordenado en manera alguna cremar su cuerpo, será ilícito ejecutar su deseo; y si esta orden ha sido adjuntada a un contrato, a un último testamento o a cualquier otro documento, debe considerarse como inexistente.
Canon 1240: Las siguientes personas quedan privadas de un entierro eclesiástico, a menos que antes de morir hayan dado señales de arrepentimiento: ... (5) las personas que han dado instrucciones para la cremación de sus cuerpos...
El 16 de diciembre del mismo año, la Santa Sede promulgó otro decreto que es todavía más enfático. Ordena que cualquier católico que haya sido cremado como efecto de su propia voluntad, previamente expresada, han de reshusársele los ritos de un entierro cristiano.
Finalmente, el 27 de julio de 1892, se volvió a emitir otro decreto, el cual prohibía a los sacerdotes administrar los últimos sacramentos a quien haya hecho arreglos para cremar su cuerpo, a menos que se arrepintiera de su desafío a las leyes de la Iglesia y haya cancelado tales arreglos. El Código de Derecho Canónico (de 1917) expresa estos decretos en los cánones 1203 y 1240 (véase el cuadro de la derecha).
Preocupaciones modernas
Aunque la Iglesia repetidas veces condenó la incineración, ello no descarriló el movimiento crematorio. Al contrario, se ha esparcido hasta el punto de que su práctica es muy común en nuestros tiempos. En una consulta reciente, un director de funerales le dijo al autor que en su funeraria hay tantas cremaciones como entierros.
Razones para la cremación. ¿Por qué tanta gente opta por la cremación, una práctica tan contraria a nuestra naturaleza humana? Ciertamente, una de las razones son los gastos. Una pequeña indagación hecha en una casa funeraria local proporcionó la siguiente información: un funeral normalmente cuesta $3,000 [dólares], mientras que la cremación tan sólo cuesta $865 [dólares]. ¡Qué diferencia! Además, mucha gente no se molesta en comprar una parcela y vigilar que se conserve. Sin duda, la culpa también la tiene nuestra falta de caridad por el difunto en nuestra época materialista. Uno se maravilla de la belleza de tantos cementerios en países europeos, donde la cultura católica ha inspirado a las generaciones futuras a cuidar por las tumbas de sus antepasados. Hoy muchos no quieren molestarse con dicha tarea. (Para contrarrestar algunos de los argumentos suscitados en tiempos modernos, la Santa Sede emitió otro decreto en 1926).
La cremación no es intrínsecamente mala. Es importante que los católicos entiendan que la cremación no es intrínsecamente mala, y por tanto puede ser tolerada por la autoridad eclesiástica por razones graves. Por el contrario, la Iglesia la condena por causa de su simbolismo y porque fue promovida por los enemigos de la fe con el propósito de expresar y avanzar la creencia materialista en la aniquilación. Además, el entierro conviene más a la dignidad del cuerpo y está en armonía con el amor y respeto por nuestros amigos y parientes fallecidos.
En la Iglesia posconciliar. Hoy la preponderancia de la cremación casi no estaría tan pronunciada si no fura por el Concilio Vaticano II. De hecho, la moderna Iglesia posconciliar, en su Código de Derecho Canónico de 1983, permite específicamente la cremación («a menos que haya sido escogida por razones que son contrarias a la enseñanza cristiana» canon 1176, §3). Consecuentemente, su práctica no está ya prohibida a los miembros de la Iglesia posconciliar. Este hecho es sólo una prueba más de que la Iglesia moderna no es de Dios, no es católica.
Conclusión
Los católicos han valorado por mucho tiempo los ritos del entierro cristiano; podríamos decir que esta apreciación es parte del Sensus Catholicus, y es algo que asimilamos a través de una vida devota de nuestra fe. Como yo soy misionero, frecuentemente los fieles me preguntan si un sacerdote estará allí con ellos cuando mueran, es decir, si tendrán un funeral católico. Y las mismas veces me sorprendo al ver el alivio que sienten cuando les aseguro que les proveeremos de un sacerdote para su funeral y, si es posible, estar ahí en sus últimos momentos.
No olvidemos también que un funeral católico es una gran bendición para los fieles que permanecen atrás. La hermosa Misa de Difuntos; la bendición y la insensación del ataúd; las maravillosas melodías gregorianas del Subvenite, el Libera Me, y el In Paradisum; y las oraciones finales en el lugar de entierro: todas estas cosas son una gran bendición y consolación para los fieles que las atestiguan. No sólo nos recuerdan de las grandes verdades de la eternidad, sino que demuestra el amor materno de la Iglesia, la cual cuida de sus hijos desde nuestro nacimiento hasta la tumba.
En tanto que poseemos muchos beneficios como miembros de la Iglesia católica, el Cuerpo Místico de Cristo, ciertamente uno de los mayores es el entierro cristiano, pues estamos junto con nuestros semejantes en oración por el reposo de nuestra alma y del sacerdote, el representante de Cristo, quien bendice nuestros restos mortales antes de ser bajados a la tierra para allí pagar nuestra deuda común por el pecado de Adán («Recuerda hombre que polvo eres y al polvo regresarás»), y para esperar el glorioso día de la resurrección, cuando nuestros cuerpos mortales, ahora glorificados, se reúnan con nuestras almas, para nunca más separarse. Estas son las verdades que vienen a la mente cuando atestiguamos un entierro católico.
Fuentes
Bouscaren, T. L. (1934). vol. I. Milwaukee: Bruce Publishing Co.
Code of Canon Law in English Translation, The. (1983). Londres: Collins Liturgical Publications.
Coriden, J. (1985). The Code of Canon Law, Texto y Comentario. Nueva York: Paulist Press.
Devlin, W. (1908). «Cremation», The Catholic Encyclopedia, vol. 4. Nueva York: Robert Appleton Company.
Holy Bible, New Catholic Edition of the. (1957). Nueva York: Catholic Book Publishing Co.
O’Sullivan, P. (E. D. M.). (1954). St. Philomena the Wonderworker. Lisboa: The Catholic Printing Press.
Rumble, L., M.S.C. (1960). Is Cremation Christian? San Pablo: Radio Replies Press Society.
Woywod, S., O.F.M. (1957). A Practical Commentary on the Code of Canon Law. Nueva York: Joseph F. Wagner, Inc.
martes, 13 de abril de 2010
Deporte confesional ?
Son rusos en un estadio de futbol gritando ¡Cristo ha resucitado!. Esto de mezclarlo todo la verdad es que resulta sobrecogedor ¿no?.
Gracias nuevamente a Carlos E. por la aportación.
LACRAS K
De arriba a abajo y de abajo a arriba.
Con cariño: Cristina y Néstor .
En el Frente para la Victoria cumplimos con lo que prometemos.
Sólo los necios pueden creer que
no lucharemos contra la corrupción.
Porque si hay algo seguro para nosotros es que
la honestidad y la transparencia son fundamentales
para alcanzar nuestros ideales
Demostraremos que es una gran estupidez creer que
las mafias seguirán formando parte del poder como en otros tiempos
Aseguramos sin resquicio de duda que
la justicia social será el fin principal de nuestro accionar.
Pese a eso, todavía hay idiotas que fantasean -o añoran- que
se pueda seguir gobernando con las mañas de la vieja política.
Cuando asumamos el poder, haremos todo lo posible para que
se acaben las jubilaciones de privilegio y los negociados.
No permitiremos de ningún modo que
nuestros niños mueran de hambre..
Cumpliremos nuestros propósitos aunque
los recursos económicos se hayan agotado.
Ejerceremos el poder hasta que
Comprendan desde ahora que
Somos la 'nueva política'.
(Convincente, ¿verdad?).
Ahora leerlo de abajo hacia arriba renglón a renglón. tomado cato
lunes, 12 de abril de 2010
Agustinas Recoletas de venezuela con un tema de Nana Angari.
ES UN VIDEO VIEJO, HOY ES PEOR
testigo en el juicio Oral y Público a Militares y Policías.
Periodismo de Verdad: 8 de Abril de 2010 CARLOS ACUÑA GRANDE
Ayer por la mañana sorpresivamente, el testigo ofrecido por la defensa del General Luciano Benjamín Menéndez, Carlos Manuel Acuña, se presentó en el Tribunal Oral Federal, desde donde había sido citado para declarar como testigo en el juicio Oral y Público a Militares y Policías. Habló durante más de una hora con precisión y abundando en detalles. Dio una clase de historia que bien debería enseñarse a nuestros adolecentes y jóvenes. La querella y el Fiscal se enfurecieron con sus declaraciones y tras un largo interrogatorio en el que hubo exabruptos y gritos, el Fiscal Alfredo Terraff en nombre del Ministerio Público Fiscal, pidió la inmediata detención del testigo. Se vivieron momentos tensos en la Sala y una vez más el Tribunal hizo primar la razón.
Silenciosamente y sin hacer demasiado ruido, anoche había llegado a la provincia el conocido periodista y escritor Carlos Manuel Acuña para ser testigo en el juicio Oral y Público a militares y policías por “la existencia de un centro clandestino de detención en la ex Jefatura de Policía”
Caminando con dificultad y visiblemente preocupado por una baja de azúcar que lo aquejaba en ese momento, Carlos Manuel Acuña llegó a la Sala de audiencias acompañado del abogado Horacio Guerineau, defensor de Luciano Benjamín Menéndez. Llevaba bajo su brazo tres libros de su autoría (los dos tomos de “Por amor al odio” y “Verbitsky – De La Habana a la Fundación Ford” que luego dejó de regalo para la Justicia Federal en Tucumán.
Era el primer testigo de la mañana y se sorprendió con la poquísima gente presente en la Sala del juicio y porque en las inmediaciones no había absolutamente nadie. “¿Dónde están todos los que parecen haber cuando uno ve por televisión?”, dijo con ironía.
El anuncio de que el testigo estaba ya en el edificio por parte del secretario García Zavalía causó estupor y la abogada Laura Figueroa expresó su molestia ya que supuso que primero serían escuchados todos los testigos de la querella y recién allí los de la defensa. El Presidente Jiménez Montilla le dio la razón diciendo que no lo habían tenido en cuenta, pero hizo pasar de inmediato a Acuña a la Sala. Juró por Dios y los Santos Evangelios y con absoluta tranquilidad se sentó en el banquillo para prestar testimonios. Informó brevemente sobre su estado de salud diciendo que salía de una operación cardiológica, que era diabético, que tenía dificultades respiratorias y que “estaba un poco gordo” con cierto sentido del humor. A continuación, y a pedido del Doctor Guerineau comenzó su exposición que sinceramente, fue una clase de historia.
Hizo una introducción sobre el proceso del terrorismo desde 1959 en adelante, aclarando que uno de los factores que lo marcó en ese tema es el de tener uno de sus hermanos desaparecidos. Y contó que el 6° de una familia de 8 hijos fue guerrillero pero que luego se arrepintió y cuando decidió salir con el apoyo de todos ellos, desapareció para siempre.
Dijo que el fenómeno de Argentina no fue una excepción y que no hubo en este país una guerra civil, sino que fue una guerra terrorista diferente y la comparó con “la guerra fría”.
Detalló pormenorizadamente y fundamentando siempre con ejemplos concretos, la evolución del terrorismo en Argentina, hablando de los Uturungos, de la presencia extranjera en Orán donde se adiestraba a guerrilleros a principio de los 60 y aseguró que las FFAA no pelearon sólo contra una invasión interna sino también contra fuerzas externas.
Relató el episodio de la bomba que estalló en un edificio de calle Posadas, en la Capital Federal, por error de un grupo que manipulaba explosivos y aseguró que entre los escombros de los 8 pisos que se derrumbaron había planos de la provincia de Tucumán a la que ya se estudiaba para lo que sería la guerra.
Alarmó a todos y provocó las primeras quejas del poquísimo público presente, cuando dijo que en Argentina habrá un proceso reaccionario y que “se está gestando un nuevo grupo terrorista en el sur, con los que se dicen mapuches”. En ese momento el Presidente del Tribunal hizo callar a los presentes amenazando con desalojar la sala ante la próxima queja.
Habló mucho del “Che”, refiriéndose siempre a él como “Ernesto Guevara Lynch”, mencionó a Mario Roberto Santucho, guerrillero santiagueño, y dijo y una y otra vez con contundencia y convencimiento, que HUBO UNA GUERRA.
Criticó duramente a Verbitsky , quien “cobraba sueldo del Gobierno de Onganía” y aclaró que él también perteneció al Gobierno de Onganía gracias a lo cual se contactó y conoció a muchas personas, entre ellas, manifestó, a Nilda Garré.
Repitió una vez más que hubo una guerra y agregó que hubo valentía y actos de coraje.
Mostró el acta de Montoneros, firmada en 1989, en la que se comprometían a pacificar el país y terminar con las divisiones, acto que nunca se concretó.
Habló de la inseguridad que hay en el país y de los ataques y dijo que esta escalada de violencia es progresiva . En este momento los abogados protestaron y desde el público se levantó una señora y a los gritos pidió que “hagan callar a este señor de la derecha mientras acusaba al tribunal de permitirle explayarse”. Jiménez Montilla ordenó que sacaran a la señora y ella, gritando más todavía, les decía a los Gendarmes “que no la toquen”, fueron momentos tensos hasta que se retiró.
El tribunal pidió respeto para el testigo y les recordó a los abogados querellantes que sus testigos habían sido escuchados en silencio. Hubo muchas quejas que no prosperaron.
Con tono pausado Carlos Manuel Acuña expresó: ” cuando digo que habrá una reacción contestataria me equivoco, ya empezó, acá mismo en la sala hay personas intolerantes que no permiten la libertad de expresión por ejemplo”.
Laura Figueroa estaba indignada y acusó al tribunal por otorgar al testigo una “tribuna política”, sin embargo Acuña continuó su exposición sólo interrumpida un par de veces, primero por indisposición del imputado Cattáneo, que sufrió una descompensación respiratoria mientras seguía el juicio por teleconferencia y luego por problemas técnicos que impedían ver la imagen en la casa del General en cuestión.
Ya por separado hemos publicado las declaraciones de Acuña, pero no queríamos dejar de manifestar la vivencia de Periodismo de Verdad allí dentro para compartirla con nuestros lectores. Acuña se sentó en el banquillo a las 10 en punto de la mañana y estuvo allí hasta pasada las 14 cuando se retiró luego de un cuarto intermedio para que el tribunal resolviera que hacer con el pedido de “detención inmediata”.
Tras casi dos horas en las que Acuña habló pausado, tranquilo y demostrando conocer al dedillo la temática de la guerrilla y de LA GUERRA en Argentina , comenzó el tiempo de preguntas y respuestas que tuvo tramos irónicos, risas, enojos y hasta llantos.
Preguntas y respuestas:
Horacio Guerineau comenzó el interrogatorio y le preguntó cuántos guerrilleros estimaba que actuaron en el país. Aclarando que era una cifra estimativa, Acuña dijo que alrededor de 20.000 divididos en “combatientes, simpatizantes y aspirantes” que usaban grados similares a los de los Militares. En la selva tucumana agregó luego, pelearon cerca de 3.000 y resaltó que se había elegido a Tucumán especialmente por su topografía. Había gente que iba y venía, aseguró y relevos en la zona del monte.
Guerineau lo interrogó luego sobre cuál era su concepto sobre la CONSADEP o la comisión Bicameral creada en Tucumán. Dijo no conocer demasiado la actuación de la Bicameral, pero si poder intuir, en base a sus investigaciones, que no fueron creíbles. Esas organizaciones fueron creadas posteriormente a los grandes acontecimientos bélicos del 70 comentó y concurrieron quienes se creían víctimas. Dio algunos ejemplos por ejemplo que “todos los que declararon allí tuvieron la suerte alguna vez de correrse la venda de los ojos y ver situaciones que no existieron”. Han dicho disparates, agregó y sostuvo que han incurrido en mentiras que no distorsionan la realidad”.
A continuación el abogado de Menéndez le preguntó que sabía acerca de los centros clandestinos de detención. Respondió Acuña “que los militares cumplían órdenes” y que en esos centros se operaba en función a eso. No corresponde en absoluto el término “clandestino” aseveró.
“Y de las cárceles del pueblo?” Existieron demasiadas, dijo con seguridad, y allí prisioneros militares y civiles permanecieron en condiciones inhumanas, tratados salvajemente, y entonces recordó al Coronel Larrabure. “Si, existieron y tengo fotos” reveló.
El general Cattáneo desde su domicilio y acompañado por uno de sus abogados defensores pidió hacer uso de la palabra. La querella protestó diciendo que se había convenido en que los imputados no pudiesen interrogar, a lo que Jiménez Montilla respondió que se trataba de un testigo ofrecido por la defensa y que no hacía lugar por lo tanto al reclamo.
Cattáneo desde su silla de ruedas y con su mochila de oxígeno pero con mucha firmeza saludó a Carlos Acuña para preguntarle luego si el decreto firmado por María Estela Martínez de Perón ordenando “aniquilar al enemigo” era una declaración de guerra, respondió que si, que era una orden clara y precisa.
Cattáneo consultó luego: “Las tropas, las fuerzas de seguridad, los militares que realizaban maniobras, ¿atacaban a la población civil ó quien las atacaba”?
He investigado muchísimo al respecto, respondió Acuña, y puedo asegurar que fueron los terroristas los que atacaron a los civiles para amedrentarlos e intentar convertirlos en informantes. Los militares en cambio dijo Acuña actuaban en defensa de los ciudadanos y puso como ejemplo “la batalla de Manchalá”
“¿A su criterio quien cometió crímenes de lesa humanidad?” dijo el general pero el Tribunal respondió que esa pregunta no correspondía con lo que Cattáneo dio por terminada su intervención.
Luego fue el turno del Doctor Ezequiel Ávila Gallo (h) quien le preguntó si conocía alguna organización deniminada “OLAS”. Con precisión Acuña respondió que tenía base en Cuba pero que tenía representación en tres continentes. Tenía como objetivo el cono sur, dijo el periodista y en especial en Argentina.
Ávila Gallo le consultó si participaban en la misma ciudadanos argentinos, “Sí, desde 1964 y comandados por Santucho viajaban contingentes a formarse ideológica y militarmente” sostuvo.
Avila Gallo lo remontó luego a lo declarado en referencia al grupo guerrillero que se había instalado en Orán (salta) preguntándole si recuerda un argentino de nombre Mascetti. Acuña manifestó tener pleno conocimento de esta persona que si estaba dentro de ese grupo terrorista y que escribió un interesante libro en el que cuenta su experiencia en el ERP. Mascetti dejó un hijo en Cuba, sostuvo, que luego se casó con la hija de un prestigioso general cubano y que trabajó mucho tiempo para los servicios de Inteligencia de la Havana. Luego desertó dijo y vino a la Argentina en donde fue amparado.
Uno de los integrantes del Tribunal, el Doctor Casas quiso preguntar diciéndole que no lo consideraba un testigo de causa sino más bien un estudioso.
Casas le dijo: Señor Acuña, acá un militar dijo en su testimonio que las fuerzas guerrilleras no tenían dimensión suficiente para resistir una guerra con las FFAA…
Con fuerza Acuña se acomodó en la silla y dijo “si hubiesen tenido fuerza suficiente y paralelamente hubiesen encontrado incapacidad profesional en las fuerzas militares, de seguridad y policiales entonces hubiesen vencido, pero encontraron todo lo contrario señor.”
Casas continuó: “usted considera que hubo una guerra, los bandos cumplieron con los pactos de Ginebra?”
Las FFAA si, dentro de los límites posibles, los otros no, respondió tajante pero aclaró que era una guerra nueva, que la guerrilla del siglo XX fue diferente.
Casas pregunta: Usted sabe que muchos consideran que los delitos cometidos por las FFAA son de lesa humanidad. ¿Considera que los actos de la guerrilla son de lesa humanidad”. Efectivamente señor.
Casas: Los crímenes de guerra, son delito de lesa humanidad?
No lo sé señor, no soy abogado. Son delitos de guerra dijo tranquilamente.
El abogado de Menéndez, Horacio Guerineau le solicita al testigo una reflexión final:
“Mi investigación literaria, dice Acuña, me permite sacar como conclusión que la historia se repite y que hoy existe terrorismo en contra de quienes defendieron a la Patria y lucharon contra el enemigo de la República”. La perspectiva que se abre en Argentina es dolorosa, aseveró. La esencia del derecho está rota, se incorporan elementos ideológicos que deforman la realidad dice Acuña.
Fue el turno del Fiscal Alfredo Terraff:
Habló con el vozarrón que lo caracteriza y dijo: señor Acuña, en su exposición usted dijo que hubo una guerra intencional realizada en nuestro territorio. Dijo también que nuestras FFAA lucharon contra una invasión externa y que hubo guerra. Dijo además que el decreto de la Presidente María Estela de Perón era una declaración de guerra y que había que aniquilar al enemigo y finalmente dijo que el terrorismo atacaba a la población civil para amedrentarlo y convertirlo en enemigo. Le pregunto: ¿qué opina del robo de bebes?
Acuña le dice antes de responder “celebro la exactitud de su resumen señor fiscal”. Respecto al robo de bebés al que suele agregársele la palabra “sistemático”, ha sido demostrado que no ha habido apropiación ilegal de niños y sólo se conocen 8 casos que fueron una demostración de amor” porque les brindaron un nombre, una familia, amor y les abrieron las puertas al mundo” sostuvo mientras los presentes se miraban indignados. Y en cambio sostuvo que hubo guerrilleros que con sus hijos en brazos portaban armas y fusiles. Fue esta sin dudas la respuesta que más irritó tanto público como a los abogados presentes y con la que titularon casi todos los medios en la provincia.
Hablando de amor, le dice el Fiscal con ironía, ¿Qué opina de las probadas judicialmente violaciones a mujeres en centros clandestinos?
No las conozco, respondió Acuña…si me muestra las pruebas…si hubiesen existido me parecería absolutamente reprobable, pero no se me escapa que en ambos bandos hubo civiles que cometieron excesos.
Yo voy a disentir con Casas dice terraff, ya que usted para mí no es “Amicus Curiae” ( que literalmente significa amigos del tribunal) sino un testigo de causa.
“No le entiendo” responde el testigo y Terraff contesta “ y yo no entiendo tantas cosas de las que dice usted”….y prosigue
Usted dijo que por la formación de militares y policías no cree que ellos hayan cometido los hechos de que se los acusa, como se explica entonces que Bussi y Menéndez hayan sido condenados por este mismo Tribunal a cadena perpetua por torturas y desaparición de personas?
“Ni Bussi ni Menéndez han torturado ni secuestrado, ahora si alguien lo hizo debe ser condenado. Si no hay ley que no haya delito, pero un comandante no puede ser condenado por algo que hizo un subalterno sin su conocimiento respondió”
Acuña y qué opina de privaciones ilegítimas de la libertad sin orden judicial y violaciones a la noche?
Responde rápidamente Acuña: “¡Y usted qué opina de personas que han sido secuestradas y escondidas en cárceles del pueblo?, ¿qué opina del asesinato de algún empresario ocurrido acá en Tucumán cuando bajaba de un avión?. Me gustaría que me conteste señor…..nooo, acá el que debe contestar es usted?
Y qué opina de las violaciones a domicilios sin orden judicial señor Acuña?, otra vez responde el testigo ¿Qué opina usted….?. Que es un impertinente!!!! Contesta Terraff fuera de si.
Con total tranquilidad entonces Acuña contesta “Opino que acá hubo una guerra y que las FFAA debieron adecuarse para enfrentarla.
No hubo guerra!!! Hubo genocidio como dicen los carteles del público grita Terraff
Otra vez sin levantar el tono de su voz Acuña le dice “eso no existió en Argentina”.
A ésta altura la temperatura dentro de la Sala subía al compás de las respuestas y todo parecía una olla en ebullición….no habían ya inconductas en el público pero si cuchicheos en cada rincón, los periodistas apostaban a diferentes finales, los querellantes hablaban por lo bajo, los defensores parecían complacidos, el Tribunal observaba sin perder jamás la compostura….el testigo Carlos Manuel Acuña en tanto, muy seguro y dueño de un absoluto dominio de sus sentimientos, quizás por saber que sus respuestas estaban fundamentadas en sus libros producto de profundas investigaciones seguía sentado como si nada pudiera alterarlo.
Laura Figueroa pidió la palabra y dijo que para esa defensa el testigo no reunía las características de “Amicus Curiae“, acá el testigo afirmó con la vehemencia que la caracteriza, es el mejor defensor que he visto y en tal sentido no puede ser un testigo sostuvo. Creo que Acuña ha cometido varios delitos en esta audiencia, agregóy que debe ser interrogado por un fiscal. Por eso no haré preguntas. Los otros querellantes se sumaron a lo dicho por Figueroa y pidieron la investigación del testigo por haber incurrido en “apología del delito” y “falso testimonio”. Además criticaron al testigo por haber dicho “injurias contra ese tribunal al decir que la sentencia a Bussi y Menéndez en 2008 fue un disparate”. Bernardo Lobo Bugeau a su vez desdobló su papel y habló como integrante de la secretaría de DDHH de la Nación y como querellante de la familia Ramos después.
Para concluir Alfredo Terraff con voz severa dijo:
Señor Presidente, en mi carácter de representante del Ministerio Público Fiscal y cumpliendo con mi deber solicito al Tribunal se ordene la inmediata detención del testigo por delito cometido según artículo 213 del Código Procesal Penal de la Nación al haber afirmado “que las apropiaciones ilegitimas de bebés, fueron actos de humanidad y por haber tildado de disparate el fallo de este alto Tribunal. Por lo tanto le reitero que ordenen la inmediata detención del testigo y se lo ponga a disposición del juez competente.
El Presidente del tribunal pidió un cuarto intermedio de 15 minutos. En ése tiempo hubo todo tipo de conjeturas y movimientos, fotógrafos que se alistaban, familiares de Menéndez preocupados, conversaciones y rumores acá y allá.
Finalmente el Tribunal ingresó en la Sala. Carlos Manuel Acuña permanecía impávido como si nada alterara su tranquilidad. Hasta alguien llegó a decir que acaso la detención hubiese sido favorable para muchos, pues se pondría en evidencia la intolerancia y persecución antes quienes piensan diferente.
Mariano García Zavalía dijo entonces: Este Tribunal resuelve, por entender que no existen elementos suficientes para justificar que el testigo haya cometido delito en sus declaraciones, no hacer lugar al pedido del señor Fiscal.
Jiménez Montilla dijo con voz seca: Queda usted desocupado. Acuña contestó amablemente “Muchas gracias señores” y se levantó pausadamente sin que nadie osara en la Sala un insulto o agravio.
Lo cierto es que las declaraciones de este testigo, el primero por parte de alguno de los imputados, habló durante casi 4 horas en la mañana de ayer con libertad ya que el Tribunal Oral Federal dio muestras en cada oportunidad posible de que exigiría respeto hacia él como hacia todos los testigos que se presenten en este mega juicio como le dicen. Las declaraciones de Carlos Manuel Acuña fueron firmes, seguras, fundamentadas. Pueden haber gustado o no y tendrán seguramente diferentes interpretaciones. Es muy posible que lo que yo entendí no coincida en absoluto con algunas crónicas de otros medios. Pero eso hace a la libertad de prensa, de expresión y hasta de sentimiento y por eso hay que rescatarlo.
Hubo, como siempre sucede, sentimientos encontrados. Algunos se fueron molestísimos, otros acongojados y los menos altamente satisfechos con la exposición de este testigo que cuanto menos, es una persona capacitada en el tema y que ha investigado durante años desde el periodismo y después como historiador.
Pero la sensación final es de que por fin alguien se animó a contar, sin pelos en la lengua y sin intereses políticos o militares de por medio, esa parte de la historia que hacen 34 años nos pretenden ocultar. Repetimos, puede gustar o no, uno puede sentirse más o menos representado o identificado con lo dicho por este experimentado periodista pero ésa es la historia y hay que transmitirla para que el día de mañana cada joven pueda formar su opinión libre de censuras y/o imposiciones. A la historia la hacen “los malos y los buenos”, la componen todos los que de una manera u otra han sido protagonistas de hechos relevantes y que se conozca TODA la verdad es lo que todos, desde donde nos toque, debemos procurar.
Acuña salió airoso, caminando sin custodia alguna, convencido de haber dicho su verdad. El tribunal tuvo un gran equilibrio a la hora de tomar decisiones y de hacer respetar al testigo, más allá de cualquier ideología o presión que por ahí se sospeche que puedan tener.
La gente salió conforme o enojada, no importa, pero en ningún momento hubo agravios entre el poco público ni entre los abogados de una u otra parte.
Publicado por Dr. Federico Carlos Scharn y Vidal en 4:55 PM
La civilización de la acedia.
En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia
Autor: Horacio Bojorge
De la Acedia no se suele hablar. No se la enumera habitualmente en la lista de los pecados capitales Muchos son los fieles, religiosos y catequistas incluidos, que nunca o rarísima vez la oyeron nombrar y pocos sabrán ni podrán explicar en qué consista. Sin embargo, como veremos, la acedia sí que existe y anda por ahí, aunque pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: en forma de tentación, de pecado actual, de hábito extendido como una epidemia, y hasta en forma de. Si bien se mira, puede describirse una verdadera y propia civilización de la acedia.
Indice:
• Introducción general
1.- La acedia: Pecado Capital
2.- La acedia en las Sagradas Escrituras
3.- Acedia y martirio
4.- La civilización de la acedia
5.- La acedia en la Vida Consagrada
6.- Acedia y desolación según San Ignacio de Loyola
7.- Pneumodinámica de la acedia
8.- En mi Sed me dieron Vinagre: Índice Analítico
En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia
Autor: Horacio Bojorge
Capítulo 6: Acedia y desolación según San Ignacio de Loyola
6.1.) Razones contra gozo
Dice San Ignacio de Loyola que es propio de Dios y de sus Angeles, en sus mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación inducida por el enemigo. Y que lo propio del enemigo es tratar de turbar y entristecer al alma, militando contra las alegrías y gozo de la Caridad. Esta regla de discernimiento, sin nombrarla, de hecho describe la acedia como fenómeno espiritual.
San Ignacio observa que el instrumento del cual se vale el enemigo de la caridad para sembrar tristeza y turbación en el alma consolada, es de orden racional: razones aparentes, sutilezas y engaños repetidos. He aquí el texto de la regla ignaciana de discernimiento a que nos referimos:
"Propio es de Dios y de sus Angeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce, del cual es propio militar contra la tal alegría, trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias."
Lo que San Ignacio describe en esta regla, es precisamente el ataque de la acedia contra la caridad en su forma más refinada. Ignacio observó y hace notar en sus reglas de discernimiento, que el arma del enemigo contra el gozo, es de orden intelectual: la razón, los pensamientos; y que esos pensamientos serán tanto más peligrosos y engañosos, cuanto más apariencia de verdad y de bien tengan.
Un ejemplo arquetípico que ilustra la mecánica de esta tentación es la escena de la Unción en Betania. (ver 2.1.) Hemos visto cómo Judas se opone al gozo de la misericordia en nombre de la misericordia y con argumentos de misericordia. Su desamor es fecundo en encontrar razones y pretextos contra el amor, y es hábil en revestirlos de apariencia honorable. En realidad no tiene otra cosa que oponerle sino razones. Razones de la hipocresía que son sólo excusas.
Donde el enemigo encuentra gozo de la caridad, acude con su jarro de vinagre ideológico.
San Ignacio ha descrito en su Regla una ley del acontecer espiritual que se comprueba, además, tanto en la experiencia de los Ejercicios Espirituales como de la vida corriente: a la inspiración inicial se le opone casi inmediatamente un "pero", una objeción; al buen deseo le asalta una duda, una pregunta, o simplemente una acusación descalificadora; al llamado de Dios, razones y objeciones; "Señor, soy un muchacho, no sé hablar" (Jeremías 1,7-9, ver Exodo 4,1.10-11; Isaías 6,5).
Escrúpulos
Otra ofensiva de esta misma índole contra el gozo de la Caridad son los escrúpulos, cuya naturaleza es la misma: un pensamiento que milita contra el gozo del alma justa:
"Si ve (el enemigo) que un alma justa no consiente en sí pecado mortal ni venial ni apariencia alguna de pecado deliberado, entonces el enemigo, cuando no puede hacerla caer en cosa que parezca pecado, procura (por lo menos) hacerle poner pecado donde no hay pecado, así como en una palabra o pensamiento mínimo."
Ya se deja ver la condición sádica de la acedia del enemigo y su ensañamiento contra el gozo de la Caridad.
Los escrúpulos - enseña San Ignacio - por un tiempo, aprovechan al alma. Pero hay almas a las que los escrúpulos, convirtiéndoles el gozo de la gracia en tormentos de ley, pueden disuadirlas del camino del fervor de la caridad y la amistad con Dios. El tormento de los escrúpulos puede llegar a hacer odiosa la amistad de Dios y precipitar al alma en la acedia, o alejarla del camino ascético y hacerla volver a derramarse en las cosas.
Esta doctrina ignaciana de discernimiento es necesaria para preservar el gozo de la caridad, y la caridad misma, contra los ataques abiertos o embozados. Los pensamientos y razones aparentes que se presentan al alma como buenos y santos, son sin embargo los que, cuando han fracasado los demás medios, saca a relucir el enemigo del gozo, para emplear contra él sus armas más sofisticadas y temibles. Contra las razones con apariencia de bien y de verdad, el gozo siempre tiene, de antemano, la discusión perdida. Porque en toda discusión siempre es el gozo quien "se va al pozo."
Se sigue que en la vida espiritual, hay que proteger el gozo y el consuelo de la caridad contra las razones aparentes, contra los espíritus discutidores, perfeccionistas, impugnadores, suspicaces (los maestros de la sospecha), escépticos o simplemente distractivos. Como se protege el buen vino del contacto con el aire para que no se avinagre.
6.2.) Desolación contra consolación
En sus Reglas de Discernimiento, San Ignacio describe los efectos de la Gracia en el alma, con el nombre de consolación. Y llama desolación a lo contrario. Por la descripción que hace de "lo contrario", es reconocible la tentación de acedia.
Al describir la consolación, san Ignacio la homologa con las tres virtudes teologales: "llamo - dice - finalmente consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad, y toda alegría interior que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor."
San Ignacio notó la relación especular entre gozo y virtudes teologales, así como la existencia de sus contrarios, cuyo primado detenta la acedia.
La primera serie de Reglas de Discernimiento trata de la desolación, y contiene, en efecto:
# una breve pero clarísima descripción de la acedia, que Ignacio define por oposición a la consolación
# prescripciones de remedios contra ella: 8ª Regla: "El que está en desolación, trabaje en estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le vienen, y piense que será pronto consolada..." (EE 321).
# explicación de sus causas.
La segunda serie de Reglas de discernimiento se ocupa de formas más sutiles de la acedia:
# previene contra razones contrarias al gozo
# enseña cómo defenderse de los fulgores engañosos y los fuegos fatuos de gozos que no son los de la caridad sino consolaciones aparentes, que han de distinguirse de las verdaderas. Se debe atender mucho al discurso de los pensamientos... y si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distractiva, o menos buena que la que el alma tenía propuesta antes hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba al alma quitándole su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu" (EE 333).
Veamos un ejemplo que muestra cómo desde un estado de auténtica consolación puede pasarse insensiblemente a otro, falso, que termina en el disgusto. Relata una religiosa:
" A terminar de despegarme del mundo había contribuido la visita de diez días que hice a mi casa al terminar el postulantado y antes de ingresar al Noviciado. Durante todo el año del postulantado había extrañado mi casa, mi ciudad, mis amigos. Fui pensando que diez días iban a ser pocos para reencontrarme con todos y con todo. Sin embargo, una vez en casa, tres o cuatro días fueron suficientes para sentirme como pez fuera del agua: me molestaba el televisor prendido todo el día, el equipo de música de mis hermanas, la trivialidad de mis amigos, y por sobre todo, la ausencia del Santísimo para quedarme un rato con El, a cualquier hora del día. Aquellos diez días se me hicieron eternos y volví al Noviciado con grandes deseos: `con grande ánimo y liberalidad´. Durante un tiempo todo fue hermoso. Los Ejercicios previos al ingreso a la nueva etapa de formación me habían encendido en fervor, y no había cosa que no fuera para mí motivo de gozo. Sentía que "en El era, me movía y existía". Sin embargo, poco a poco, sin saber cómo ni cuándo comenzó, empecé a sentir que su Presencia me asfixiaba. Ese estar en El que tanto gozo me había causado, de pronto se transformó en cárcel. Mirara donde mirara, hiciera lo que hiciera, en todo estaba Dios. Era como un aire enrarecido que, a la vez, me cerraba las puertas para `otros aires´. Era demasiado Dios. Me sentí saturada de Él. En ningún momento sentí un rechazo abierto hacia su Presencia, sólo quería un poco menos."
La tentación de acedia, no advertida o consentida, puede instalar al alma en un estado permanente de acedia. Y aunque por inadvertencia no hubiese culpa en ello, habría grave daño del sujeto y se impedirían grandes bienes. La desolación sentida y no resistida, peor aún si aceptada, precipita a la larga o a la corta en el avinagramiento, que puede terminar siendo culpable, y a veces puede llegar, a la postre, a perseguir militantemente al gozo. La oposición de la desolación y de la falsa consolación, a la consolación, reflejan la oposición de la acedia al gozo de la caridad.
Por eso, la Contemplación para alcanzar Amor, es el mejor antídoto contra la acedia, a estar a las recetas de Casiano, que vimos antes, y a las de San Benito y de Santo Tomás a la que nos referiremos más adelante.
6.3.) Acedia en ejercicios de mes
Durante el Mes de Ejercicios no es raro que - aparte de las desolaciones comunes y por eso más fácilmente reconocibles - sobrevengan mociones de acedia que a veces no se sabe reconocer como tales. Por lo cual conviene estar alerta para cuando se presenten.
Una ejercitante refiere al que le da los ejercicios que en la meditación del descenso de Cristo a los Infiernos, le ha venido un sentimiento de tristeza al contemplar cómo el Señor va al rescate de Adán:
"Estaba leyendo la segunda lectura del Oficio del Sábado Santo, como preparación para la contemplación del descenso de Jesús a los Infiernos. Es un texto de una antigua Homilía sobre el Santo y Grandioso Sábado. Durante toda la lectura me había emocionado mucho. Antes de comenzarla, ya estaba muy agradecida y enfervorizada en el Señor, con imágenes bien vivas y con la consolación propia de la tercera semana. Pero al llegar al paso de la lectura donde Cristo, tomándolo a Adán de la mano, lo levanta, y le dice: "Despierta tú que duermes", y sobre todo al llegar al lugar donde le dice: "tienes preparado un trono de querubines." me asaltó una tristeza fuerte de que a Adán le dieran esa gloria después de su caída. Inmediatamente me dí cuenta de este sentimiento y le dije al Señor: "Señor, no quiero este pensamiento, no quiero pensar esto", pero el pensamiento no me dejaba. Hasta que lo escribí para contarle la moción al director de Ejercicios. Sobre esto me venían sentimientos de vergüenza y mociones para que no lo contara. A lo que respondí con un propósito firme: "No, Señor, yo lo contaré". Y al instante se me pasó aquella moción de tristeza y me volvió el fervor anterior."
Sabor agrio a Herodes
Reporto aquí la experiencia de otro ejercitante, que me contó un director de ejercicios de mes, porque refleja sugestivamente la acedia como sensación de agrio.
El caso es el siguiente. Un ejercitante, en la aplicación de sentidos sobre el misterio de la adoración de los Magos, gustaba la personalidad de Herodes como un dulce que se ha fermentado ligeramente y está agriado. Es obvio que el pecado de Herodes - como dijimos antes: (3.1.) - es un pecado de acedia, porque se entristece por lo que los ángeles anuncian como un gozo y era efectivamente la realización de la gran esperanza mesiánica del pueblo de Dios. Es llamativo que el ejercitante "gustara" esta acedia y la hipocresía conexa, con ese sabor agrio. El ejercitante estaba repitiendo la experiencia primitiva de los cristianos, que encontraron ácido ese pecado.
Otros ejemplos
Durante los Ejercicios de Mes se alcanza un grado de concentración y atención espiritual muy grande, que permite advertir y reconocer movimientos interiores que pasarían inadvertidos en la vida cotidiana.
He aquí algunos ejemplos más de movimientos de acedia advertidos en Ejercicios de Mes y reconocidos como tales por el ejercitante.
- Primer ejemplo:
"Estaba rezando la Liturgia de las Horas. Al leer la segunda lectura del Oficio de Lecturas, que era un texto de San Agustín, me sobrevino un marcado sentimiento de fastidio cuando confiesa haberse abrazado al único Mediador Jesús, y haber encontrado en El el medio para acercarse a la Luz y al Alimento que veía tan inalcanzables. Rechacé ese sentimiento por reconocerlo como tentación, oponiéndole una segunda lectura del pasaje, animada con sentimientos de alegría y gratitud".
- Segundo ejemplo:
"Durante el día me vino al pensamiento la pregunta acerca de si María había podido tener tentaciones. Hablándolo con el director, éste me dijo que no necesariamente la Virgen María hubiese debido tener tentaciones. Más tarde, en ese día, mientras rezaba el Rosario, se me vino a la mente lo conversado con el Padre director de Ejercicios. En un momento dado, no fue un pensamiento, tampoco un sentimiento, ni siquiera una frase interior: fue como una mirada que me invitaba a mirar despectivamente a María Virgen (mirada "acediosa"), con un despecho mezcla de envidia ("¿por qué Ella?") y de desvalorización ("¡así cualquiera!). Cuando me percaté de ello, miré a María con todo el amor, gratitud y admiración que pude encontrar en mi corazón, y los alimenté el tiempo que quedaba del Rosario, terminándolo con un canto en su honor."
A la luz de estos ejemplos y de los que vimos en el capitulo anterior, se reconocerá qué frecuentes y qué poco advertidos son los movimientos de acedia que se producen en el alma de los consagrados. Y qué daños individuales y comunitarios, no sólo como pérdida del fervor sino hasta de la fe, pueden producir si no se los advierte y rechaza con prontitud y decisión. Aún cuando, por inadvertencia, la tentación no se convierta en pecado, tiene igualmente efectos devastadores para las gracias recibidas. Bien dice San Ignacio que "la desolación es contraria a la desolación" y procura destruirla.
Se comprende también cuánto bien se impide en la Iglesia por el desconocimiento de este mal.
Autor: Horacio Bojorge
De la Acedia no se suele hablar. No se la enumera habitualmente en la lista de los pecados capitales Muchos son los fieles, religiosos y catequistas incluidos, que nunca o rarísima vez la oyeron nombrar y pocos sabrán ni podrán explicar en qué consista. Sin embargo, como veremos, la acedia sí que existe y anda por ahí, aunque pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: en forma de tentación, de pecado actual, de hábito extendido como una epidemia, y hasta en forma de. Si bien se mira, puede describirse una verdadera y propia civilización de la acedia.
Indice:
• Introducción general
1.- La acedia: Pecado Capital
2.- La acedia en las Sagradas Escrituras
3.- Acedia y martirio
4.- La civilización de la acedia
5.- La acedia en la Vida Consagrada
6.- Acedia y desolación según San Ignacio de Loyola
7.- Pneumodinámica de la acedia
8.- En mi Sed me dieron Vinagre: Índice Analítico
En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia
Autor: Horacio Bojorge
Capítulo 6: Acedia y desolación según San Ignacio de Loyola
6.1.) Razones contra gozo
Dice San Ignacio de Loyola que es propio de Dios y de sus Angeles, en sus mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación inducida por el enemigo. Y que lo propio del enemigo es tratar de turbar y entristecer al alma, militando contra las alegrías y gozo de la Caridad. Esta regla de discernimiento, sin nombrarla, de hecho describe la acedia como fenómeno espiritual.
San Ignacio observa que el instrumento del cual se vale el enemigo de la caridad para sembrar tristeza y turbación en el alma consolada, es de orden racional: razones aparentes, sutilezas y engaños repetidos. He aquí el texto de la regla ignaciana de discernimiento a que nos referimos:
"Propio es de Dios y de sus Angeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce, del cual es propio militar contra la tal alegría, trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias."
Lo que San Ignacio describe en esta regla, es precisamente el ataque de la acedia contra la caridad en su forma más refinada. Ignacio observó y hace notar en sus reglas de discernimiento, que el arma del enemigo contra el gozo, es de orden intelectual: la razón, los pensamientos; y que esos pensamientos serán tanto más peligrosos y engañosos, cuanto más apariencia de verdad y de bien tengan.
Un ejemplo arquetípico que ilustra la mecánica de esta tentación es la escena de la Unción en Betania. (ver 2.1.) Hemos visto cómo Judas se opone al gozo de la misericordia en nombre de la misericordia y con argumentos de misericordia. Su desamor es fecundo en encontrar razones y pretextos contra el amor, y es hábil en revestirlos de apariencia honorable. En realidad no tiene otra cosa que oponerle sino razones. Razones de la hipocresía que son sólo excusas.
Donde el enemigo encuentra gozo de la caridad, acude con su jarro de vinagre ideológico.
San Ignacio ha descrito en su Regla una ley del acontecer espiritual que se comprueba, además, tanto en la experiencia de los Ejercicios Espirituales como de la vida corriente: a la inspiración inicial se le opone casi inmediatamente un "pero", una objeción; al buen deseo le asalta una duda, una pregunta, o simplemente una acusación descalificadora; al llamado de Dios, razones y objeciones; "Señor, soy un muchacho, no sé hablar" (Jeremías 1,7-9, ver Exodo 4,1.10-11; Isaías 6,5).
Escrúpulos
Otra ofensiva de esta misma índole contra el gozo de la Caridad son los escrúpulos, cuya naturaleza es la misma: un pensamiento que milita contra el gozo del alma justa:
"Si ve (el enemigo) que un alma justa no consiente en sí pecado mortal ni venial ni apariencia alguna de pecado deliberado, entonces el enemigo, cuando no puede hacerla caer en cosa que parezca pecado, procura (por lo menos) hacerle poner pecado donde no hay pecado, así como en una palabra o pensamiento mínimo."
Ya se deja ver la condición sádica de la acedia del enemigo y su ensañamiento contra el gozo de la Caridad.
Los escrúpulos - enseña San Ignacio - por un tiempo, aprovechan al alma. Pero hay almas a las que los escrúpulos, convirtiéndoles el gozo de la gracia en tormentos de ley, pueden disuadirlas del camino del fervor de la caridad y la amistad con Dios. El tormento de los escrúpulos puede llegar a hacer odiosa la amistad de Dios y precipitar al alma en la acedia, o alejarla del camino ascético y hacerla volver a derramarse en las cosas.
Esta doctrina ignaciana de discernimiento es necesaria para preservar el gozo de la caridad, y la caridad misma, contra los ataques abiertos o embozados. Los pensamientos y razones aparentes que se presentan al alma como buenos y santos, son sin embargo los que, cuando han fracasado los demás medios, saca a relucir el enemigo del gozo, para emplear contra él sus armas más sofisticadas y temibles. Contra las razones con apariencia de bien y de verdad, el gozo siempre tiene, de antemano, la discusión perdida. Porque en toda discusión siempre es el gozo quien "se va al pozo."
Se sigue que en la vida espiritual, hay que proteger el gozo y el consuelo de la caridad contra las razones aparentes, contra los espíritus discutidores, perfeccionistas, impugnadores, suspicaces (los maestros de la sospecha), escépticos o simplemente distractivos. Como se protege el buen vino del contacto con el aire para que no se avinagre.
6.2.) Desolación contra consolación
En sus Reglas de Discernimiento, San Ignacio describe los efectos de la Gracia en el alma, con el nombre de consolación. Y llama desolación a lo contrario. Por la descripción que hace de "lo contrario", es reconocible la tentación de acedia.
Al describir la consolación, san Ignacio la homologa con las tres virtudes teologales: "llamo - dice - finalmente consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad, y toda alegría interior que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor."
San Ignacio notó la relación especular entre gozo y virtudes teologales, así como la existencia de sus contrarios, cuyo primado detenta la acedia.
La primera serie de Reglas de Discernimiento trata de la desolación, y contiene, en efecto:
# una breve pero clarísima descripción de la acedia, que Ignacio define por oposición a la consolación
# prescripciones de remedios contra ella: 8ª Regla: "El que está en desolación, trabaje en estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le vienen, y piense que será pronto consolada..." (EE 321).
# explicación de sus causas.
La segunda serie de Reglas de discernimiento se ocupa de formas más sutiles de la acedia:
# previene contra razones contrarias al gozo
# enseña cómo defenderse de los fulgores engañosos y los fuegos fatuos de gozos que no son los de la caridad sino consolaciones aparentes, que han de distinguirse de las verdaderas. Se debe atender mucho al discurso de los pensamientos... y si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distractiva, o menos buena que la que el alma tenía propuesta antes hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba al alma quitándole su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu" (EE 333).
Veamos un ejemplo que muestra cómo desde un estado de auténtica consolación puede pasarse insensiblemente a otro, falso, que termina en el disgusto. Relata una religiosa:
" A terminar de despegarme del mundo había contribuido la visita de diez días que hice a mi casa al terminar el postulantado y antes de ingresar al Noviciado. Durante todo el año del postulantado había extrañado mi casa, mi ciudad, mis amigos. Fui pensando que diez días iban a ser pocos para reencontrarme con todos y con todo. Sin embargo, una vez en casa, tres o cuatro días fueron suficientes para sentirme como pez fuera del agua: me molestaba el televisor prendido todo el día, el equipo de música de mis hermanas, la trivialidad de mis amigos, y por sobre todo, la ausencia del Santísimo para quedarme un rato con El, a cualquier hora del día. Aquellos diez días se me hicieron eternos y volví al Noviciado con grandes deseos: `con grande ánimo y liberalidad´. Durante un tiempo todo fue hermoso. Los Ejercicios previos al ingreso a la nueva etapa de formación me habían encendido en fervor, y no había cosa que no fuera para mí motivo de gozo. Sentía que "en El era, me movía y existía". Sin embargo, poco a poco, sin saber cómo ni cuándo comenzó, empecé a sentir que su Presencia me asfixiaba. Ese estar en El que tanto gozo me había causado, de pronto se transformó en cárcel. Mirara donde mirara, hiciera lo que hiciera, en todo estaba Dios. Era como un aire enrarecido que, a la vez, me cerraba las puertas para `otros aires´. Era demasiado Dios. Me sentí saturada de Él. En ningún momento sentí un rechazo abierto hacia su Presencia, sólo quería un poco menos."
La tentación de acedia, no advertida o consentida, puede instalar al alma en un estado permanente de acedia. Y aunque por inadvertencia no hubiese culpa en ello, habría grave daño del sujeto y se impedirían grandes bienes. La desolación sentida y no resistida, peor aún si aceptada, precipita a la larga o a la corta en el avinagramiento, que puede terminar siendo culpable, y a veces puede llegar, a la postre, a perseguir militantemente al gozo. La oposición de la desolación y de la falsa consolación, a la consolación, reflejan la oposición de la acedia al gozo de la caridad.
Por eso, la Contemplación para alcanzar Amor, es el mejor antídoto contra la acedia, a estar a las recetas de Casiano, que vimos antes, y a las de San Benito y de Santo Tomás a la que nos referiremos más adelante.
6.3.) Acedia en ejercicios de mes
Durante el Mes de Ejercicios no es raro que - aparte de las desolaciones comunes y por eso más fácilmente reconocibles - sobrevengan mociones de acedia que a veces no se sabe reconocer como tales. Por lo cual conviene estar alerta para cuando se presenten.
Una ejercitante refiere al que le da los ejercicios que en la meditación del descenso de Cristo a los Infiernos, le ha venido un sentimiento de tristeza al contemplar cómo el Señor va al rescate de Adán:
"Estaba leyendo la segunda lectura del Oficio del Sábado Santo, como preparación para la contemplación del descenso de Jesús a los Infiernos. Es un texto de una antigua Homilía sobre el Santo y Grandioso Sábado. Durante toda la lectura me había emocionado mucho. Antes de comenzarla, ya estaba muy agradecida y enfervorizada en el Señor, con imágenes bien vivas y con la consolación propia de la tercera semana. Pero al llegar al paso de la lectura donde Cristo, tomándolo a Adán de la mano, lo levanta, y le dice: "Despierta tú que duermes", y sobre todo al llegar al lugar donde le dice: "tienes preparado un trono de querubines." me asaltó una tristeza fuerte de que a Adán le dieran esa gloria después de su caída. Inmediatamente me dí cuenta de este sentimiento y le dije al Señor: "Señor, no quiero este pensamiento, no quiero pensar esto", pero el pensamiento no me dejaba. Hasta que lo escribí para contarle la moción al director de Ejercicios. Sobre esto me venían sentimientos de vergüenza y mociones para que no lo contara. A lo que respondí con un propósito firme: "No, Señor, yo lo contaré". Y al instante se me pasó aquella moción de tristeza y me volvió el fervor anterior."
Sabor agrio a Herodes
Reporto aquí la experiencia de otro ejercitante, que me contó un director de ejercicios de mes, porque refleja sugestivamente la acedia como sensación de agrio.
El caso es el siguiente. Un ejercitante, en la aplicación de sentidos sobre el misterio de la adoración de los Magos, gustaba la personalidad de Herodes como un dulce que se ha fermentado ligeramente y está agriado. Es obvio que el pecado de Herodes - como dijimos antes: (3.1.) - es un pecado de acedia, porque se entristece por lo que los ángeles anuncian como un gozo y era efectivamente la realización de la gran esperanza mesiánica del pueblo de Dios. Es llamativo que el ejercitante "gustara" esta acedia y la hipocresía conexa, con ese sabor agrio. El ejercitante estaba repitiendo la experiencia primitiva de los cristianos, que encontraron ácido ese pecado.
Otros ejemplos
Durante los Ejercicios de Mes se alcanza un grado de concentración y atención espiritual muy grande, que permite advertir y reconocer movimientos interiores que pasarían inadvertidos en la vida cotidiana.
He aquí algunos ejemplos más de movimientos de acedia advertidos en Ejercicios de Mes y reconocidos como tales por el ejercitante.
- Primer ejemplo:
"Estaba rezando la Liturgia de las Horas. Al leer la segunda lectura del Oficio de Lecturas, que era un texto de San Agustín, me sobrevino un marcado sentimiento de fastidio cuando confiesa haberse abrazado al único Mediador Jesús, y haber encontrado en El el medio para acercarse a la Luz y al Alimento que veía tan inalcanzables. Rechacé ese sentimiento por reconocerlo como tentación, oponiéndole una segunda lectura del pasaje, animada con sentimientos de alegría y gratitud".
- Segundo ejemplo:
"Durante el día me vino al pensamiento la pregunta acerca de si María había podido tener tentaciones. Hablándolo con el director, éste me dijo que no necesariamente la Virgen María hubiese debido tener tentaciones. Más tarde, en ese día, mientras rezaba el Rosario, se me vino a la mente lo conversado con el Padre director de Ejercicios. En un momento dado, no fue un pensamiento, tampoco un sentimiento, ni siquiera una frase interior: fue como una mirada que me invitaba a mirar despectivamente a María Virgen (mirada "acediosa"), con un despecho mezcla de envidia ("¿por qué Ella?") y de desvalorización ("¡así cualquiera!). Cuando me percaté de ello, miré a María con todo el amor, gratitud y admiración que pude encontrar en mi corazón, y los alimenté el tiempo que quedaba del Rosario, terminándolo con un canto en su honor."
A la luz de estos ejemplos y de los que vimos en el capitulo anterior, se reconocerá qué frecuentes y qué poco advertidos son los movimientos de acedia que se producen en el alma de los consagrados. Y qué daños individuales y comunitarios, no sólo como pérdida del fervor sino hasta de la fe, pueden producir si no se los advierte y rechaza con prontitud y decisión. Aún cuando, por inadvertencia, la tentación no se convierta en pecado, tiene igualmente efectos devastadores para las gracias recibidas. Bien dice San Ignacio que "la desolación es contraria a la desolación" y procura destruirla.
Se comprende también cuánto bien se impide en la Iglesia por el desconocimiento de este mal.
ECUMENISMO DE M.........
CARMELITAS DE NEVADA REZAN CON UN SANTÓN DEL HINDUISMO (FEBRERO 2010)
10 de Abril de 2010
Nota catapúltica:
1) Rajan Zed es el líder de la Sociedad Universal del Hinduismo y leyó textos del Rig Veda. Por su parte, las monjas del Monasterio Our Lady of the Mountains cantaron algunos Salmos de David y leyeron pasajes del Evangelio de San Lucas. Rajan Zed comenzó y terminó su oración con la silaba mística “OM”, repetida después por las monjas. (newsblaze.com)
2) El om es el símbolo de lo esencial en el hinduismo. Significa unidad con lo supremo, la combinación de lo físico con lo espiritual. Es la sílaba sagrada, el primer sonido del Todopoderoso, el sonido del que emergen todos los demás sonidos, ya sean de la música o del lenguaje. (Wikipedia)
3) ¿Hasta cuándo tolerará el Cielo estas esperpénticas y blasfemas reuniones?
Publicado en Iglesia y Catolicismo, Vaticano II
domingo, 11 de abril de 2010
Iglesia Inmaculada concepcion, Sta Tecla
algunos laterales
este es el frente de la iglesia!!!!
¿ Y LA IGLESIA?,¿QUÉ IGLESIA?
.
fotos del interior de la iglesia no pude sacar ya que estaba cerrada y por los cristales de la misma no pude tomar ni una sola foto!!!!!!
espero que no haya sido de su agrado!!!!!!
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EL SALVADOR. Más que interesante, la tierra donde todo lo puedes encontrar!!!
America Central.
fotos Marlon.
ESTO ES VIEJO HOY ES PEOR
Al rector mayor de los Salesianos, padre Pascual Chávez, también le gusta esto del baile .......
CUIDADO PSICOLOGOS SUELTOS
Testigo de cargo
¡CUIDADO,
PSICÓLOGOS SUELTOS!
Uno de mis hijos caminaba por los pasillos del Palacio del Congreso cuando vio, en un rincón y con todo el aspecto de ser material descartado, una montañita de cartas y revistas en sobres de correo sin señas aparentes de haber sido abiertos. Le preguntó por ellas a un ordenanza que pasaba y se enteró de que los padres de la Patria desechaban así muchas veces la correspondencia que les llega en exceso. Y que ya pasaría el personal de limpieza y llevaría todo eso a su destino ígneo.
Cuando mi hijo le preguntó si podía retirar algo, le contestó —con el laconismo militar de los ordenanzas— “Sírvase”. Invitación que mi hijo acogió de buen grado porque había visto, en el montón de basura, algo que despertó su curiosidad y que sabía que me interesaría.
Así llegó a mis manos —por esta curiosa vía— un cuasi folleto y como revista impresa en papel satinado de primera calidad, acompañada de un DVD, con el asombroso título de “La psiquiatría. Una industria de la muerte” confeccionada por una llamada “Comisión de Ciudadanos por los derechos humanos” que manifiesta tener su sede en 6616 Sunset Boulevard de Los Ángeles y un sitio en la web (www.cchr.org).
Ojeada que fuera la revista-folleto y contemplado el DVD puedo informar a mis lectores que se trata de un feroz ataque contra el conjunto de la psiquiatría, a la que califica de “flagelo” y de la que dice cosas tan dulces como que es “el mayor fraude de todos los tiempos y el más peligroso” y que “no sabe cómo curar ni un solo problema mental”.
Luego golpea con esos datos numéricos que tanto gustan a los norteamericanos: “En los últimos cuarenta años ha muerto casi el doble de americanos en hospitales psiquiátricos del gobierno que el número de soldados de esa nacionalidad muertos en batalla en todas las guerras en las que los Estados Unidos ha participado desde 1776”.
¡Atiza! Y todo esto sólo en la Introducción. La cual se pone interesante cuando transcribe críticamente esta declaración de Brock Chisholm, cofundador de la Federación Mundial de Salud Mental, hecha en 1945: “Para lograr el gobierno mundial hay que eliminar de la mente del hombre su individualismo, lealtad a las tradiciones familiares, el patriotismo nacional y los dogmas religiosos”. Cita que parece indicar que el origen del folleto es la derecha americana. Pero, en rigor, importa poco. Lo que importa, en cambio, son las 67 páginas de denuncias que abarcan desde los orígenes en el siglo XVIII hasta la fecha. Un dato curioso es que, aunque reserva cuatro páginas a la psiquiatría nazi omite por completo los hospitales psiquiátricos soviéticos.
El conjunto es un compendio de denuncias escalofriantes en esa curiosa mezcla que es tan común encontrar en la derecha americana datos interesantes e importantes mezclados con alegaciones poco serias y sin base aparente. Se trata de presentar a la psiquiatría como una conspiración basada en un formidable negocio. Pero uno puede concluir, por lo pronto, que si sólo el diez por ciento de lo denunciado fuera cierto, nos encontramos frente a un gravísimo problema del cual apenas hay conciencia.
Problema a cuya presentación en este folleto le falta lo que suele faltar a la derecha americana: una visión de conjunto que se elude porque pondría en cuestión las bases mismas de esa derecha.
Este asunto comenzó cuando en los siglos XVII y XVIII se puso una confianza desproporcionada y ciega en la ciencia y se supuso que ella develaría todos los enigmas del hombre y solucionaría todos sus problemas. Por eso en los albores del XIX surgieron dos nuevas disciplinas— la sociología y la psicología— que intentarían trasladar los logros de las ciencias de la naturaleza al terreno humano, estudiando al hombre como ser social y como ser individual.
(No necesito decir que la psiquis ya había sido objeto de estudios y de desarrollos dentro de lo que se llamaban humanidades, pero ahora todo esto venía envuelto en una metodología y en unas pretensiones científicas).
CIENCIAS HUMANAS
Nacían así lo que después se llamarían ciencias humanas. Pero es indispensable comprender que el programa de esas ciencias no se limitaba al estudio del hombre sino que pretendían actuar sobre su conducta, realizarse como soluciones. Así como las ciencias naturales no se conformaban con descubrir cómo funciona la naturaleza sino que deseaban deducir formas concretas de aplicar ese conocimiento al dominio de las fuerzas naturales.
En el año 1637 Descartes había escrito, en “El discurso del método”, lo que creo es el programa completo de la modernidad: la suplantación de los viejos discursos de la filosofía por los nuevos métodos de la ciencia que nos harían “dueños y poseedores” de la naturaleza.
No era una empresa de conocimiento, era una empresa de dominio. Lo mismo pasará con las ciencias del hombre: no se trataba principalmente de entender al hombre sino de dotarlo de los conocimientos que le permitirían vivir según los preceptos de la razón.
Para ello, tanto la psicología como la sociología se trazaban un programa empinado puesto que, en definitiva, venía a reemplazar a todo lo que la tradición había edificado durante milenios.
Es aquí donde las ciencias del hombre fracasaron. No pudieron construir un conjunto de conocimientos que tuvieran la aceptación que se había logrado en las ciencias de la naturaleza. Después de doscientos años, hay una matemática y una física pero sólo hay escuelas en psicología y en sociología que debaten entre sí.
Lo cual no quiere decir que se hayan abandonado los viejos sueños de dominar la conducta humana. Así debe entenderse la denuncia que glosamos en la notícula anterior. El establishment psicológico es, como allí se denuncia, un centro de poder que sólo está sujeto a la crítica de sus pares porque es Ciencia (con mayúscula) y nadie puede juzgarla sino desde ella misma. Pero es una verdad que todos sabemos que los psicólogos se equivocan a cada rato, como todos los seres humanos.
Lo malo es que los errores de ellos terminan muchas veces en desastres o en la internación de por vida de una persona inocente.
La Ciencia ya no es lo que era en el XIX. La historia de Frankenstein —el experimento científico que se escapa de las manos del hombre que lo realiza— se multiplica (recordar Jurassic Park) y ahora comienzan a pulular las advertencias del tipo de la que comentamos.
¿Recuerdas, lector, la Marujita de la que hablé en el número pasado? Expresaba una fe en la ciencia como salvadora que se ha ido marchitando sin remedio. Es que la Inquisición ha quedado muy pero muy chiquitita al lado de lo que se hizo en nombre de la razón y de la ciencia. ¿Recuerdas el socialismo “científico” de Carlos Marx? ¿Recuerdas el Gulag, los seis milones de ucranios muertos de hambre? ¿Recuerdas la democracia liberal que terminó la guerra con dos golpetazos de ciencia sobre Hiroshima y Nagasaki? ¿Recuerdas los millones de niños abortados? ¿y los crímenes de la posguerra? Pero seamos justos. También los alemanes cometieron crímenes aunque no sea en la cantidad ni forma en que lo dicen sus enemigos. ¿Y los cometieron en nombre de qué? De la ciencia racista, el elemento moderno del nacionalsocialismo.
¿Desacredita todo esto a la ciencia? Claro está que no, pero marca que sigue siendo un método de conocimiento entre otros y que puede ser usado para bien o para mal. Y que cuando se suelta del control moral puede terminar en una industria de muerte.
EL FRACASO DE UN ÍDOLO
Sí, la ciencia ha sido el instrumento o el pretexto de muchos horrores, de horrores que dejan a los anteriores muy atrás. Pero no es eso sólo lo que ha hecho perder a la ciencia su predicamento. Lo más grave fueron las defraudadas esperanzas puestas en ella a través del progresismo, esa neorreligión surgida en Europa en el siglo XVIII.
Se suponía que la ciencia tenía todas las respuestas, que proporcionaba todas las explicaciones que el hombre necesita para vivir. Y ¿qué sucedió? Pues, que la ciencia se fue por un lado (el conocimiento cada vez más minucioso de la naturaleza) y las respuestas esenciales por otro.
Mire Usted dónde estamos hoy. Los biólogos descubren el ADN que muestra más allá de toda duda razonable que desde el momento de la concepción hay en el vientre de la mujer un ser distinto y que contiene, en semilla, todas las características que lo van a distinguir en cuanto emprenda la vida transuterina. Y ¿cómo responde la “sabiduría de nuestro tiempo”? Diciendo, por boca de millones de féminas adiestradas que ellas tienen derecho sobre sus cuerpos y que ese derecho llega hasta suprimir “eso” que llevan en su seno.
Los investigadores descubren que entre hombre y mujer hay diferencias esenciales que van desde los genitales al cerebro. ¿Qué dicen los modernos? Que hombre/mujer es una construcción cultural y que, en consecuencia, uno elige su sexo como en un shopping. Y todavía peor. Todo el ancho campo del arte de vivir, el discernimiento de lo bueno y lo malo, todo ese campo en el que la ciencia nada tiene que decir ¿en qué manos cae? En los libros de autoayuda, en largas colecciones de lugares comunes o perversidades disfrazadas de sabiduría.
Todavía hay un último escalón. Los que buscan en los libros de autoayuda las respuestas que no encuentran en la ciencia son casi una aristocracia al lado de los millones que no leen ningún libro y confían entonces en los horóscopos, en el tarot o en los extraterrestres.
Cuenta Arthur Koestler, en su fascinante biografía, que su alimento espiritual, a principios del siglo XX, era un divulgador científico de moda, Haeckel, autor de “Los enigmas del Universo”.
En ese libro se sostenía que de los siete mencionados enigmas, seis estaban ya resueltos y el séptimo —el libre albedrío— era un simple dogma basado en una ilusión. Comenta Koestler: “Era muy alentador saber, a los catorce años, que todos los enigmas del universo habían sido resueltos. Sin embargo, subsistía una duda en mi mente porque, por algún descuido, la paradoja del infinito y de la eternidad no habían sido incluidas en la lista”.
DE DOCTA IGNORANCIA
En “La Nación” del 6 de marzo de 2009 leímos con sorpresa que la docta doctora Argibay, miembra (lo decimos así para que no se enoje Cristina ni nos persiga el INADI) de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, declara —a propósito del elogio de la pena de muerte que hizo la indocta Susana Giménez— “que la Constitución argentina no permie la pena de muerte, de modo que cuando se la reclama lo que se está pidiendo es que se viole la Constitución Nacional” (sic).
Caramba, hasta el momento en que habló la jueza creíamos que la constitución podía reformarse en el todo o en parte y que era un derecho de todo ciudadano peticionar a las autoridades que se modifique. Sí, pero el Pacto de San José de Cosa Rica. Sí, pero también el pacto puede denunciarse.
De modo que en la confrontación entre la pulposa actriz y la no menos pulposa (pero en otros lados) doctora, la que lleva razón es la actriz. Ella se limitó a decir que en su opinión “el que mata, debe morir”, o sea que implícitamente ha dicho: soy partidaria de que se modifique la Constitución y se permita la pena de muerte. ¿Dónde está la violación de la Constitución? Debe ser que la Argibay piensa que las cláusulas actuales de nuestra Ley Suprema son verdades dogmáticas como los pronunciamientos ex cáthedra del Sumo Pontífice. Y el Holocausto.
LA NOCHE NO QUEDÓ ATRÁS
Por una mala crítica publicada por el diario español “ABC” me entero de que se ha reeditado —por la editorial Seix Barral— el libro de Jan Valtin (cuyo verdadero nombre era Richard Krebs) titulado “La noche quedó atrás”. En la edición de Claridad lo leí en 1943, hace ya bastante más de sesenta años y lo releí infinitas veces hasta saberme de memoria muchas páginas.
Es un libro de memorias que adopta a veces una forma levemente novelada. Su autor fue un personaje importante del comunismo alemán, capturado por la GESTAPO (Geheime Staat Polizei; Policía secreta del Estado) a fines de 1933. Pocos años después logró convencer a sus carceleros que trabajaría para ellos. Lo soltaron, rompió con el comunismo y se exilió en Estados Unidos.
Pero el valor del libro está en la descripción descarnada y auténtica de lo que fue el enfrentamiento entre comunistas y nacionalsocialistas. Krebs/Valtin no oculta nada, no es un libro escrito para demostrar algo, sino que es simplemente el relato de una vida perdida en medio de la tormenta de esa lucha a muerte. Pero, en mi opinión, sin leerlo no se puede entender al nacionalsocialismo, al comunismo y —si me apuran— hasta al siglo XX.
Para los que se interesen en esos temas me permito recomendarlo muy calurosamente.
HAZTE AMIGO DEL JUEZ
En el número anterior expusimos las diez conclusiones principales que pueden extraerse de la historia del siglo XX. Ahora un recorte sin fecha de “El País” que me envía mi buen amigo ARP viene a ilustrar una de esas conclusiones. Concretamente la quinta, que recordaba que “matar se puede, pero no a judíos”.
Veamos: los europeos inventaron un disparate propio de esta época de marxismo (de Groucho Marx). Se llama nada menos que la jurisdicción universal. Durante milenios, los jueces han tenido una jurisdicción territorial acotada. Es decir, un pedazo de tierra donde ellos pueden “decir el derecho” (juris. Dictio).
Pues eso es lo que hacen los jueces: hacer que el derecho que está en las leyes generales diga lo que contiene para el caso particular que se le somete al juez. Entre otros fundamentos, porque en el territorio en que el juez decía el derecho contaba con los medios coactivos de hacer cumplir la sentencia. Un juez de Bélgica juzgaba sólo los casos sucedidos en Bélgica porque en Holanda la policía no lo obedecía y si le ordenaba detener a un sospechoso pues… se quedaba con las ganas.
Pero en la Europa actual todo eso cambió. Por vía legislativa y jurisprudencial se instauró la jurisdicción universal. Claro que en materia de delitos atroces, es decir los que comete la derecha. Ahora los jueces de varios países europeos pueden —y, consecuentemente, deben— juzgar cualquier atrocidad cometida en cualquier país de la tierra. De allí los intentos de jueces españoles, franceses e italianos de indagar los crímenes de nuestros años setenta, desde luego los atribuidos a las Fuerzas Armadas, porque los otros… se ruega volver al decálogo.
En el diario arriba mencionado, un señor José Yoldi escribe un artículo titulado “La diplomacia amordazó a la justicia” en el que relata que un juez español cometió el desatino de querer juzgar a combatientes israelíes por las atrocidades cometidas en Gaza. ¿Qué sucedió? Dejemos la palabra a Yoldi: “Lo que no pudo lograr George Bush y su todopoderosa Secretaria de Estado, Condolezza Rice, lo que no logró el Partido Comunista chino ni su gobierno de más de mil trescientos millones de habitantes… lo que no obtuvieron gobernantes y dictadores de Guatemala, Chile y Argentina, lo ha alcanzado la Ministra de Relaciones Exteriores de Israel, Tzipi Livni, con una llamada telefónica. Eso es poder”.
¿Entendiste bien, lector amigo? Lo que la Tzipi debe haberle recordado al Zapatero es el quinto punto de mi decálogo. “Oye, primer ministro, que los que matamos no son judíos sino sólo palestinos. A no amolar”.
Y en efecto, obediente, el Zapatero hizo los arreglos correspondientes y el juicio de jurisdicción universal se archivó per omnia sæcula sæculorum. Y colorín colorado…
Aníbal D'Ángelo Rodríguez
Escrito por CabildoAbierto
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EL SENTIDO CRISTIANO DE LA VIDA
EL SENTIDO CRISTIANO
DE LA VIDA
El Profesor Jordán Bruno Genta es el autor de la conferencia cuyos párrafos más salientes reproducimos a continuación, y fueron pronunciados en la localidad argentina de Rosario, en la Provincia de Santa Fe, en el mes de agosto de 1972.
El Profesor Genta fue el formador de más de una generación de hombres de armas que supieron darlo todo, hasta sus vidas, en la guerra contra la subversión marxista que se desató durante la segunda mitad de la década del ’70.
La palabra esclarecida, valiente y enérgica del Profesor Genta fue una antorcha que iluminó el camino de la Verdad en tiempos donde muchos corren tras las fábulas. Su sangre (que derramara generosamente en aquella mañana del 27 de octubre de 1974, fiesta de Cristo Rey, cuando los subversivos al servicio del comunismo internacional lo asesinaron a la salida de Misa) refrendó, definitiva y virilmente, el testimonio de una vida que podría resumirse en una frase de San Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir ganancia” (Filipenses, I, 21).
Hoy vamos a hablar de dos programas de vida que tienen una meta, las cuales difieren del uno al otro de un modo tal que son exclusivas y excluyentes entre sí. Uno de los caminos, unos de esos programas de vida está hoy en pleno auge y en pleno desarrollo triunfal en el mundo: es el que se define en el materialismo ateo, o sea los caminos del marxismo.
El otro es el camino del cristianismo, el sentido cristiano de la vida, que humanamente pareciera estar en derrota. Hay un hecho que es evidente. Si el éxito fuera la prueba de la verdad de un sistema, de una concepción del mundo y de la vida, de un programa político, es evidente que el marxismo es el acontecimiento más exitoso de todos los tiempos.
Si uno piensa que el “Manifiesto Comunista” fue publicado a comienzos de 1848, ha pasado apenas un siglo y unos cuarenta años, y en ese tiempo ese manifiesto ha configurado un movimiento ideológico y político que domina la mitad del mundo y que tiene a la otra mitad entre sus garras.
No hay acontecimiento que tenga, digamos así, una extensión mayor que este, dimensiones tan grandes considerado en el plano humano temporal, como el marxismo comunista. El movimiento del comunismo ateo.
Cuando hoy la Iglesia insiste en que el ateísmo es el fenómeno más grave de nuestro tiempo, ese fenómeno está configurado en ese ateísmo sistemático, que es justamente el comunismo, y el comunismo es el éxito, es el triunfo; por eso vemos, inclusive, que hasta en el seno mismo de la Iglesia se suscitan movimientos, como por ejemplo el de los “Sacerdotes para el Tercer Mundo”, los cuales de un modo u otro aparecen con una afinidad, con el afán de asimilarse, de conciliar, de encontrar de algún modo la coincidencia con el movimiento marxista.
Que se llame “Socialismo Cristiano” es lo de menos: objetivamente considerado, el socialismo es exactamente lo mismo que el comunismo, porque en política o en la historia no cuentan para nada las intenciones subjetivas de las personas: lo que interesa son las grandes líneas de fuerza, los grandes movimientos efectivos, objetivos que van cumpliendo sus etapas y realizando sus objetivos. Todo lo demás, es arrastrado, es llevado en ese proceso, en ese impulso, de manera que el éxito, que es evidentemente la prueba de validez, en el terreno de las ciencias exactas y experimentales, no lo es de ningún modo en el terreno social y político, que es del orden moral. La política es moral o inmoral, pero no puede ser una cosa diferente como una piedra o un fenómeno físico.
Es evidente que en el terreno de las ciencias exactas y experimentales, en el terreno de la técnica y de la industria, el éxito es la prueba de la verdad. Si un cálculo está mal hecho, el experimento no sale, si las condiciones en que ha de realizarse un experimento son equivocadas, el experimento no se realiza, hay que rectificar, hay que revisar de nuevo, hasta llegar al cálculo exacto y a las condiciones experimentales precisas para que se produzca esa transformación en el plano de los fenómenos físicos.
En cambio, en el mundo moral, en el mundo del hombre, en el mundo de la sociedad y de la historia, el error y el mal, la mentira y la falsedad, tienen su eficacia. Obran consecuencias, a veces consecuencias irreparables, tanto para la vida de una persona, como para la vida de una nación, porque aquí el éxito no prueba nada: el éxito simplemente puede ser la consagración de la cosa más inhumana, de la cosa más contraria a la naturaleza misma del ser.
Y la mejor prueba de que es así, es que nosotros, los cristianos, adoramos a un Dios hecho hombre en la figura de la derrota, en la figura de la crucifixión.
Aparece en esa figura como derrotado por el mundo, y no olvidemos ese plebiscito tan ampliamente democrático que se produjo cuando Pilatos, en un esfuerzo supremo, quiso salvar a Cristo y entonces lo presentó a la multitud junto al criminal más conocido, el más perverso de Jerusalén. Lo presentó ante la multitud para que ella decidiera quién debía ser eximido de la crucifixión, y la multitud, sin una sola excepción (pues de lo contrario, estaría reflejada en los Evangelios), pidió la muerte para Jesucristo y la libertad para Barrabás.
Ahí tienen ustedes lo que es el éxito en el plano temporal; por eso, para nosotros los cristianos el resultado de nuestros empeños no cuenta principamente. Cuando somos fieles al testimonio de la verdad y cuando combatimos resueltamente el error, podemos caer, podemos perder y eso no ha de contar para nada en nuestra definición y en nuestras decisiones, porque lo que interesa es el testimonio, y no los resultados, aunque los resultados también cuentan y uno lucha para que esos resultados lleguen, pero pueden no llegar, porque además la historia la hace principalmente Dios, y después de Dios, el diablo; y ahí estamos nosotros, como una apuesta entre las dos acciones que gravitan sobre nosotros, y en las cuales se decide nuestro destino.
Ahora bien, hay algo que es evidente en nuestro tiempo, porque tenemos que considerar que la inteligencia es el principio de todo, incluso la creación. El mundo ha sido creado por la virtud del Verbo, de la Inteligencia Divina, y en el orden humano en la inteligencia comienza todo lo grande y todo lo miserable y ruin. Todo principia en la inteligencia: una revolución o una restauración.
Y nosotros tenemos que considerar que el día de hoy, digamos así, se estudia al hombre a través de las ciencias que configuran la antropología, la psicología, la sociología, la economía, el derecho, la historia: todas estas ciencias se han secularizado totalmente. Se estudian prescindiendo absolutamente de Dios, sobre todo del Dios vivo, Nuestro Señor Jesucristo, e incluso se considera que no es científico estudiar por ejemplo el alma, como la estudia San Agustín en el “Tratado de la Santísima Trinidad”, que es un tratado realista acerca del alma.
¿Cómo estudia el alma San Agustín? La estudia desde Dios, porque el alma, aún para los grandes maestros del pensamiento pagano, como Platón o Aristóteles, el alma humana es un principio inmaterial e inmortal, y además nuestra fe nos enseña que el alma de cada uno de nosotros está hecha a imagen y semejanza de Dios, pues San Agustín estudia el alma del hombre desde Dios, como semejanza, como reflejo, como imagen de Dios.
Estudia las grandes facultades y potencias del alma, como la memoria, la inteligencia y la voluntad en analogía, como semejanza de las Personas Divinas. La memoria fiel, la memoria que es algo así como el testimonio permanente de la verdad que hemos ido atesorando en nosotros, en la experiencia y en el estudio, la memoria fiel es como una especie de reflejo del Padre.
La inteligencia que piensa, que define, que concibe, que dice lo que las cosas son, que llama a las cosas por su nombre, es como una imagen y un reflejo de la persona del Padre y del Hijo y todo el desarrollo del “Tratado…”, es desde esa visión. Desde Dios estudia el alma: ¿quién se atrevería, inclusive a hacer ciencia del alma, según este criterio? Estoy hablando de cristianos, no de paganos o de ateos.
Casi toda la psicología que hoy se estudia, incluso en los medios católicos, es zoología pura, porque no se estudia al alma según Dios, la estudian desde el animal. Si la ciencia no es teológica y metafísica, la ciencia del alma necesariamente es zoología pura. Y este punto de vista zoológico de la psicología tiene primacía total.
Sea la psicología, la reflexología, el propio psicoanálisis, la psicología entendida como ciencia experimental, de test, de cuestionario; en general, esa ciencia está encarada para derivar una técnica que maneje las cosas del alma, como la técnica en el orden del mundo físico y material maneja las cosas materiales.
Lo mismo pasa con el estudio de la cosa social y de la cosa política, no se radicalizan los problemas sociales y políticos, reconociéndoles ante todo como problemas religiosos.
Hay algo que es evidente: la presencia del mal en el mundo, las injusticias, las calamidades, las explotaciones del hombre por el hombre, la violencia del hombre hacia el hombre, todas las manifestaciones del mal social, histórico, no se interpretan desde su raíz en el pecado original.
El pecado original ha sido desterrado del campo de la ciencia y de la práctica humana, aún entre los cristianos; y cuando en el siglo XVIII fue sustituido el dogma del pecado original en la conciencia, digamos así, pública y oficial, y eso se ha ido generalizando, a través de las universidades, de las ciencias, de los estudios en el desarrollo de los últimos dos siglos; ese dogma del pecado original fue sustituido por el falso dogma de la inmaculada concepción del hombre.
“El hombre nace bueno, dice Rousseau, y la sociedad lo corrompe”. Entonces, ¿cómo se remedia el mal? Arreglando la sociedad, cambiando las estructuras, como se dice ahora. Es un problema de estructuras sociales. Así como todas las estructuras históricas han sido negativas, funestas, distorsionadoras de ese germen inmaculado, de ese ser inmaculado que es cada hombre al nacer, entonces ahora se trata de modificar esas estructuras, de cambiarlas ajustándolas de tal modo que preserven ese germen bueno del hombre.
Y todo el mundo está en eso, inclusive están en eso los hombres que profesan la fe de Cristo. Cuando el problema del mal no es un problema de origen histórico-social, al menos no para un cristiano que sea consecuente con su profesión de fe. El problema del mal no es un origen puramente humano, surgido de las relaciones entre los hombres. El problema del mal no comenzó con el problema entre Caín y Abel: Caín lo mata a Abel por envidia. ¿Adónde está la raíz de esa inclinación perversa, de esa decisión final de destrucción y de muerte? La raíz está en el pecado del hombre a Dios, frente a Dios, contra Dios. El problema del mal tiene una raíz teológica, el problema del mal tiene un origen teológico, es un problema del hombre con Dios.
Y la consecuencia de esa desobediencia del hombre a Dios, de ese haberse quedado el hombre separado de Dios, dividido de Él y a sus espaldas, librado a sí mismo y volcado hacia la nada, justamente todos los males entre los hombres son la consecuencia de este mal original, porque el hombre se vuelve inhumano para con los demás hombres y para consigo mismo, en cuanto él pierde la unidad con Dios.
Entonces: ¿dónde está la solución posible, concreta, real, de los problemas sociales y económicos del mundo? Ante todo en la cuestión religiosa; y la solución de la cuestión religiosa es Cristo, por eso cuando se desterró el dogma del pecado original se empezó a promover con aparato científico, el falso dogma de la inmaculada concepción del hombre.
Cristo fue progresivamente eliminado de las ciencias y de la praxis humana, fue eliminado porque si no hay pecado original, y si ese pecado no es una cuestión suscitada entre el hombre y Dios, aunque haya habido un seductor, aunque ahí esté el padre de la mentira incitando al hombre a la desobediencia y a cambiar las cosas, a cambiar esto, a cambiar el hecho de que si Dios, en los planes de Dios, está la deificación del hombre.
Él es el que santifica al hombre, el que en alguna medida lo diviniza, haciéndolo partícipe de su propia vida divina y finalmente de la visión del mismo Dios en la Gloria. El diablo sugirió al hombre que él, desacatándolo, desconociendo a Dios, podía ser Dios él mismo, deificarse a sí mismo.
“El humanismo laico y profano ha aparecido finalmente en toda su horrible dimensión. La religión del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión del hombre que se hace Dios”. Que se pretende hacer Dios, que se coloca así en el lugar más avanzado, en la iniciación de todo un proceso evolutivo ascendente que llega hasta él y luego en él el progreso, la evolución se convierte en algo que él protagoniza, que realiza desde sí mismo, por sí mismo, y que lleva adelante como si él fuera el mismo Dios.
“En la cumbre del evolucionismo profano —agrega el Papa— el hombre termina por transformarse en Dios. Hoy el hombre busca su propia gloria y no la Gloria de Dios. La negación de Dios, de pura teoría, se está convirtiendo en práctica pura, en mito de las multitudes. El ateísmo racionalista y escolástico se va siguiendo por el ateísmo materialista y social, es decir, por el comunismo ateo. El hombre sin Dios lo puede todo… y acaba por perderse a sí mismo”.
Como ven, en la psicología que se estudia en cualquier facultad y se encuentra en cualquier tratado, están ausentes el pecado original y el remedio de ese pecado, la consideración de las consecuencias o de los efectos producidos en el hombre, como causa de la Justicia que Dios le aplicó como sanción por su desobediencia y alejamiento.
El debilitamiento, oscurecimiento de la mente, debilitación de la voluntad para obrar el bien aún queriéndolo, la temporalización de la vida del hombre que termina en decrepitud y muerte: toda esta proclividad y mal que hay en nosotros, son consecuencias reales, efectivas. ¿Cómo es posible que una ciencia que estudia el alma no estudie dichas cuestiones y problemas? Hablo de la ciencia profana misma: ¿cómo es posible que prescinda de estas realidades indiscutibles? Como dice Agustín: “Puedes no aceptar el dogma del pecado original, pero no puedes dejar de reconocer la presencia en ti de la inclinación y la proclividad al mal”.
Esto es algo evidente, y sin embargo la ciencia del alma desconoce el pecado original, que el alma es imagen de Dios, que el pecado la ha deshecho y que Cristo la rehace en nosotros al unirla de nuevo a Él. Frente a las ciencias sociales y políticas resulta que se prescinde totalmente del pecado original y de sus consecuencias, del significado profundo de las injusticias sociales por las cuales hoy clama el mundo.
Ese problema no cuenta; ¿qué queda de los fenómenos del hombre, sean personales o sociales, si prescinden de las realidades fundamentales, que llevan necesariamente al plano metafísico y al religioso?
Así se explica la mentalidad dominante, especialmente en el campo superior, en el nivel universitario, la mentalidad de los profesionales y de los estudiantes, aún en los institutos católicos: la ciencia del hombre que se enseña no considera al hombre en su realidad, ni al hombre del pecado, ni al hombre redimido. No considera la incidencia de lo divino en lo humano, y ha sustituido la historia santa por una historia puramente exterior y material.
¿Cómo hemos aprendido historia, desde la primaria hasta la universidad? A través de las ciencias, las técnicas y los medios instrumentales de cada época, y el nombre de cada época es el de su técnica, el de sus instrumentos. Las edades se llaman: de piedra, la del paleolítico y del neolítico, y luego la del cobre y del bronce, la del hierro y hoy estamos en la atómica. ¿Cómo no se nombran las edades del hombre según lo que hace a la ciencia y a su fin último?
El alma que forma, que vivifica, que organiza al cuerpo y con él siente, que se mueve con sus impulsos, es capaz de sobrepasarlo con sus actos de pensamiento y de voluntad.
Entonces, esto nos permite comprender el auge y desenvolvimiento de las generaciones que van llegando, este pensamiento zoológico del hombre, su punto de vista zoológico de las ciencias. Así, claro está, Cristo va siendo desterrado hasta por los mismos que lo confiesan.
Recuerdo un congreso realizado en Entre Ríos, organizado por tres Obispos de allí. El que lo dirigía era un dominico llamado Ramblón, que actuaba con un asistente, el profesor Hander. La última conferencia, en un auditorio con más de 500 asistentes, gran parte de los cuales eran religiosos y sacerdotes llegados de toda la provincia, versó sobre los tiempos actuales, con el problema de las rebeldías de los obreros, de la juventud, de la mujer. Y se llegaron a decir cosas como ésta: que recién ahora, recién en este momento, la mujer había tomado conciencia de qué es ser mujer, ya que hasta ahora la mujer había vivido en una especie de oscuridad acerca de su ser, de su misión, de su presencia en este mundo, que había vivido sometida a esquemas y dictámenes procedentes del varón. Lo más asombroso es que esos cientos de religiosos aplaudían frenéticamente. Ellos, que rezan todos los días el Ave María, que invocan todos los días al Modelo, al Arquetipo de mujer, a la excelencia de todo lo femenino, de todo lo delicado, de todo lo distinguido, de toda la aristocracia y el señorío que comporta la mujer, la mujer que es Señora, que es Reina y que es Madre, resulta que recién ahora están aprendiendo lo que significa el ser mujer.
Este es el grado de confusión, el grado de subversión. Cuando vamos desenvolviendo nuestra conciencia histórica, nacional o universal, los desarrollos son principalmente a través de aquellas actividades del hombre que tienen que ver precisamente con el orden material y temporal de la existencia.
Las edades no se miden por la elevación del hombre o por su degradación, se miden por las ciencias y las técnicas que tienen que ver con el uso de las cosas.
En una época en que son tan extraordinarios los prodigios de la técnica y la organización racional de la producción, ¿acaso habrá ciencia o técnica, habrá máquina o inventos que puedan liberar al hombre del esfuerzo de ser hombre? ¿Acaso el esfuerzo que se necesita para elevarse en la virtud podrá ser realizado por alguna máquina, lo que supone el vencer, doblegar, ordenar todas las pasiones que tienden a dispersarse en nosotros y poder reunir todo eso y empuñarlo para hacerlo servir a la recta razón, a la luz de Dios?
El hombre confunde el ocio que deriva del hecho material y concreto de que una máquina hace las cosas que requerirían muchos esfuerzos y fatigas humanas, y confunde esos esfuerzos con los que le requerirían las disciplinas y exigencias que se reclaman para estructurar una vida conforme a la recta razón.
Así nos vamos aproximando a toda esta falsificación de nuestra perspectiva sobre la vida del hombre y su destino, que va derivando de todas estas ciencias y disciplinas humanas que han dejado de lado a Dios, al sentido del pecado y de la culpa, a la responsabilidad, a la redención. Que han dejado de lado a Cristo y que van elaborando una serie de ficciones acerca de la condición humana y de la vida de los hombres.
Esto explica que hayamos llegado a que sea el ateísmo lo que domine y prevalezca. Para un materialista ateo el sentido de la historia es la evolución inmanente del mundo, que a partir de una nebulosa incandescente ha llegado hasta el hombre, haciendo salir siempre lo superior de lo inferior, lo más rico de lo más pobre, lo más distinguido de lo más indistinto, haciendo surgir las formas, las distinciones, las calidades mejores de las inferiores y subalternas, y así paso a paso se van dando la idea de que lo mejor sale de lo peor, que lo superior sale de lo infieror, que la forma sale de la materia, que aquello que se va elevando del ser resulta apenas una consecuencia de las instancias inferiores que lo determinan. Entonces, claro está, el mineral explica al viviente vegetal; el viviente vegetal, explica al animal, y el animal explica al hombre, que aparece en la culminación y toda la historia del hombre, no es sino la historia de esas técnicas y de esos medios instrumentales que el hombre va creando a través de las ciencias exactas y experimentales de la técnica y de la industria que derivan de ella.
Esa es la historia que nos ha conducido a la idea de que la solución final, el sentido de la felicidad, la alcanzaría el hombre el día en que, gracias a esa prodigiosa ciencia y técnica, como ya está ocurriendo, produzca tal abundancia de bienes, como para colmar las necesidades de todos.
Según Nietzsche, “la humanidad se encamina a la sustitución del sentido de la personalidad humana por el trabajo colectivo elevado a la más alta producción y se encamina hacia una felicidad de potrero verde”. Supongamos que la humanidad colmara sus necesidades materiales, ¿eso significaría la solución de los problemas reales de la vida del hombre?
No decimos que no sea necesario un bienestar suficiente, pero de suyo no lo es todo. A veces, en medio de la necesidad extrema, los hombres han dado testimonios mayores y en otros casos han hecho renuncia voluntaria de todas esas cosas para llegar a ser sobre la tierra el testimonio de la existencia de Dios, porque la verdadera historia, como la verdadera psicología y la verdadera sociología, es una historia santa, es la historia de la salvación.
La historia que despreciamos o que ya no leemos ni nos acordamos, todo cuanto se relata en el Antiguo y Nuevo Testamento, todo lo que sigue como historia religiosa, historia de la Iglesia, he ahí la verdadera historia del hombre, y no comienza con una nebulosa, sino que tiene un principio, un centro y un fin: la presencia de Dios en la tierra.
¡Cristo es su centro! En sus tres años de vida pública, en su Pasión, Muerte y Resurrección se ha consumado toda la historia del hombre.
Después de Él, de estos hechos reales, no puede haber nada nuevo en la historia. Todo se consumó en Él y en la Santísima Virgen, y toda la historia que viene después de Él es la historia de la esperanza y del cumplimiento de las promesas que le ha dejado a los hombres, así como todo lo anterior a Él fue una preparación, una prefiguración de su venida.
La historia verdadera del hombre es la historia de la salvación, que se extiende entre la creación y la resurrección final de los cuerpos de los vivos y los muertos, y no lo que dice el “Manifiesto Comunista”. Veamos esa visión de la historia: “La historia de la sociedad, hasta nuestros días, es la historia de la lucha de clases; en las primeras épocas históricas encontramos por doquier una completa división de la sociedad en diversos estamentos, una variada jerarquización social. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos. En la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, compañeros y siervos. Nuestra época, la de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado los antagonismos de clase: toda la sociedad se divide cada vez más en dos clases directamente contrapuestas y enfrentadas, la burguesía y el proletariado”.
Todo el esquema de la historia pasada es la explotación del hombre por el hombre; actualmente esa contradicción ha llegado hasta el extremo, y la síntesis final será una sociedad sin clases, ni Estado, ni propiedad privada, ni religión, porque ha sido un invento de la necesidad de los hombres, de su desesperación y angustia.
Mientras la tierra fue un valle de lágrimas, se buscó una contentación ilusoria, un paraíso más allá de la vida; el día que alcancemos la felicidad terrenal, ya no habrá necesidad de ideologías que mistifican el mundo, como la religión, y sobre todo la religión de Cristo.
En una sociedad de iguales, como quería Babeuf, en plena Revolución Francesa, sólo habrá un Estado administrador de cosas, como dice Engels en el “Antudüring”, y nada más.
Tras esta visión de la historia corre hoy la humanidad entera, y hasta las gentes de Cristo se han puesto a correr también detrás de esa promesa ilusoria, de esa cosa tan prometedora y tan radicalmente falsa.
Frente a esta historia está la historia vista como historia de la salvación, la de las grandes obras de Dios consumadas antes de la venida de Cristo, consumadas en Cristo, consumadas en la Iglesia después de Cristo. ¿Acaso las maravillas que Dios suscita en los santos, las obras santas, que tienen como protagonistas a esos instrumentos de Dios, no tienen un alcance infinitamente superior que cualquiera de los inventos, obras y técnicas que el hombre pueda producir?
Ser cristiano es, ante todo, creer en la historia santa, que es la real y verdadera, y creer que lo que Dios obra en el alma de los santos es de un orden infinitamente superior a las mayores obras de los hombres.
Los acontecimientos que se narran en el Antiguo Testamento son la preparación en la historia de la salvación, el cumplimiento pleno son los acontecimientos del Nuevo Testamento, la tercera etapa es la que se va cumpliendo en la Iglesia, la ciudad de Dios, que peregrina en medio de la ciudad de los hombres.
El misterio de Cristo llena el tiempo; todo el tiempo del hombre está ceñido por su presencia y su acción. En la resurrección de Cristo está el cumplimiento, ¿qué puede ocurrir de nuevo en la historia? ¿Qué puede ocurrir que no haya ocurrido ya en Él? ¿Qué cosa puede haber, de cualquier clase que fuere, que pueda considerarse una novedad?
Cuando consideramos la historia en la realidad, vemos que en la Resurrección de Cristo se han cumplido las dos grandes metas de la historia, la glorificación perfecta de Dios y la unión perfecta de lo Divino y lo humano en el hombre. Por esto, la meta no es el hombre total del que habla Marx, la humanidad recuperada de todas sus alienaciones, que está de acuerdo y en armonía consigo misma: la meta de la historia es el Cristo total.
El Cristo total, Él y nosotros, la vid y los sarmientos incrustados en Él, renovados y rehechos interiormente en la redención cumplida por Él, asumida en nosotros y luego proyectada en la ciudad de los hombres. Formar a Cristo en nosotros y formarlo en la ciudad; que la ciudad sea una imagen, aunque lejanamente parecida, del cielo de Dios.
Tal es la meta y camino del cristiano que camina, que transita con las virtudes sobrenaturales y naturales, a través de los dones del Espíritu Santo, y con ese programa viril que son las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña.
Con el significado y el sentido de cada una de las virtudes naturales y sobrenaturales vemos que están íntimamente relacionadas con la verdad, o sea con el ser, con lo que es, porque de lo que se trata es de ser fiel a lo que es y al ser por excelencia en el nivel absoluto y trascendente, Dios.
¿Qué es, por ejemplo, la suprema de las virtudes, la virtud de la caridad? Es amar la verdad con el amor de Dios, es amar al otro en ese amor, que es amor de la verdad, porque no hay amor fuera de la verdad. ¿Quién puede amar lo que no conoce? Del conocimiento irradia el amor, y el conocimiento se hace más lúcido y pleno.
La caridad es amar a Dios en la verdad de Dios y amar al prójimo en la verdad de Dios, y no como se dice ahora, que se separa del precepto evangélico la parte de amar a Dios sobre todas las cosas y se deja exclusivamente el amor al prójimo, desgajándolo de su raíz, que es el amor y la caridad de Dios.
¿Qué es la esperanza sobrenatural? Es aquella virtud por la cual Dios urge en nosotros la expectación de esa unión definitiva con Dios en la Eternidad.
¿Qué es la Fe sobrenatural? Esa virtud por la cual conocemos la verdad de Dios en su intimidad, la Encarnación del Verbo, la Santísima Trinidad y la Resurrección y el sentido que representa para nosotros la Vida Eterna.
¿Qué es la virtud de la Prudencia? Es todavía relación con la verdad, es obrar en la verdad, según el ser, es obrar la realidad en todo.
¿Qué es la virtud de la Justicia? Vivir en la virtud con el prójimo.
¿Qué es la Fortaleza? Defender la verdad hasta la muerte.
¿Qué es la Templanza? El ordenamiento interior de las pasiones y de los apetitos a fin de que en el hombre queden removidos los obstáculos interiores, para la contemplación de la verdad.
Y luego vienen los dones del Espíritu Santo, que perfeccionan esas virtudes y permiten la acción en nosotros del espíritu de Dios, de la fuerza de Dios en nosotros.
Una vez en este camino, se nombran las bienaventuranzas, este programa de Dios a los hombres, por el cual Cristo llama a seguir su camino. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque a ellos les pertenece (así, en presente) el Reino de Dios”. ¿Quiénes son los pobres de espíritu? Son los que se han hecho pobres de su propio espíritu, de su propio juicio, de su propia voluntad, son los desprendidos de todos los bienes terrenales y de sí mismos. Desprendidos no quiere decir despreciadores, se trata de no ser esclavos de ninguna cosa terrenal, de juzgar las cosas no con nuestro juicio individual sino con el juicio de Dios.
Pobre de espíritu es ser humilde, que como decía Teresa, es el único que puede estar en la verdad, el desprendido de sí mismo, el que sabe escuchar, el que tiene memoria fiel y es dócil para acatar lo que son las cosas y llamarlas por su nombre propio.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”. ¿Quiénes son los mansos? Son los que no corren desesperados detrás de las cosas, codiciosos, lujuriosos, desaforados por tenerlas. Y no corren no porque no las sepan apreciar, sino porque saben que las cosas no son objeto de la codicia sino de la generosidad y disposición de los hombres. Entonces, a esos hombres, a esos mansos, les pertenecerán justamente las cosas de la tierra.
“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”. Son los varones y mujeres de dolor. ¿Quién que ame en esta vida no es fuente de dolor, como lo fue Nuestro Señor Jesucristo? ¿Qué amor se puede vivir realmente si ese amor no significa, por lo mismo que se vive pendiente y en donación y en entrega total del ser amado? ¿Cómo no se va a sufrir de su sufrimiento, de su muerte, de todo lo que lo pueda afectar? Hasta Cristo lloró en la muerte de Lázaro, a quien iba a resucitar al momento.
“Bienaventurados los que padecen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Esta sí es un hambre que hay que tener, hambre sin límites de justicia. Y esos serán saciados.
Y bienaventurados los misericordiosos, los que han tratado con misericordia, con caridad, con honor a los demás: a ellos los espera la misericordia de Dios.
Y bienaventurados los puros de corazón, los limpios, los despreciados, los que han sosegado y moderado sus pasiones, que son cosas buenas, siempre que estén ordenadas como Dios quiere. Ellos verán a Dios, los limpios; para ellos, la contemplación, el ocio contemplativo.
Y bienaventurados los pacíficos, no los pacifistas, los pacíficos, es decir, aquellos que son portadores de paz, porque la llevan en sí mismos y la irradian como Cristo. Por eso serán llamados hijos de Dios.
Y finalmente, bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia, por causa de la verdad, por causa de Cristo. A ellos les pertenece, en presente, el Reino de Dios, ya están en el Reino.
Éste es el programa para el hombre, frente al programa de la felicidad de potrero verde. Éste es el programa de los varones y las mujeres de Cristo, éste es el sentido cristiano de la vida: es la transformación de la vida toda en el ser, en la verdad, de todo eso en Dios en el grado eminente, en el grado absoluto y trascendente.
Prof. Jordán Bruno Genta
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